Capitalismo, evolución, razón, civilización, modernidad, progreso.
Palabras que se hilvanan juntas en los discursos
como si hubiera un orden evidente y necesario que las asocia...y como si fuesen
balas que esperan juntas en el cargador de la ametralladora que ordena lo que
esta correcto argumentar.
Hay una axiomática latente en los discursos. Ya sea a favor o
en contra. La razón científica, el valor de las cosas (o que las cosas tienen
valor) no dejan de estar presentes aún en los discursos más críticos. Hay una
suerte de orden implícito en el discurso, algo así como unas reglas del juego
que por algún motivo no se cuestionan.
La complejidad de saberes cada vez más especializados, junto
con los desarrollos tecnológicos acelerados parecieran ser bienes que habría
que agradecerle al sistema.
Sus fallas podrán corregirse de un modo u otro, a favor o en
contra de algunos o de otros (eso le queda a la política) , pero aquellos
atributos son ampliamente aceptados: la humanidad ha llegado a niveles de
superación sorprendentes que nadie parece negar.
Las derivas del capitalismo hacia su faz de acumulación
financiera como patrón , ha transformado, entre muchas cosas, el proceso de
valorización de las cosas y de las personas, indiscernibles ya las unas de las otras.
La valorización de todo es financiera, por lo tanto, es “a
futuro”.
Y es algo más que una forma de valorizar. Una sociedad “con
mercado” es aquella en la que el mercado se subordina a reglas de socialización
determinadas. Pero estas ya no son sociedades “con mercado”. Son sociedades “de
mercado”, en las que las reglas de mercado someten a todo fenómeno social, y
determinan la propia configuración de los sujetos.
En ese mecanismo particular las personas están cooptadas por
el futuro, están atrapadas en el futuro. Y por lo general, de un modo u otro,
endeudadas. Es la garantía de tenerlas presas del próximo almanaque.
Es así que el proceso de valorización adquiere el carácter de
un dispositivo moral de veridicción: es verdad lo que tiene valor (financiero),
está bien lo que merece ser financiado, está mal lo que no debe ser financiado
por no ser rentable. La evaluación costo-beneficio se aplica en todos los
órdenes de la existencia.
¿Y cómo se establece el valor?. A futuro; más precisamente,
evaluando al momento presente los flujos futuros que las personas y las cosas
generarán.
¿Cómo se sabe que sucederá lo que así se proyecta?
Hay un saber ya lo suficientemente sofisticado (se supone),
que nadie cuestiona, como ya se dijo, que permite creer en ello. Creer. ¿Cuestión
de fe?. No . Razón científica. Es extraño.
No hace falta recopilar todas las debacles que con cada vez
mayor frecuencia se han abatido para destruir “valor” en cuantías estrafalarias
y que no pudieron ser anticipadas por ningún dispositivo cibernético, por
ninguna teoría, por ningún cuadro estadístico; porque la lista está al alcance
de cualquiera.
Pero se vuelve a creer en aquel saber, una vez disipada la
última tormenta económico- financiera; saber aparentemente a prueba de
cualquier suspicacia.
Pareciera haber un velo que no deja ver lo evidente: el
sistema capitalista depende cada vez más de la superstición y del pensamiento
mágico
Igual que lo hacían aquellas tribus que la civilización
moderna se jacta de haber dejado atrás.
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