lunes, 11 de octubre de 2021

SALVAJES


Capitalismo, evolución, razón, civilización, modernidad, progreso.

Palabras que se hilvanan juntas en los discursos como si hubiera un orden evidente y necesario que las asocia...y como si fuesen balas que esperan juntas en el cargador de la ametralladora que ordena lo que esta correcto argumentar.

Hay una axiomática latente en los discursos. Ya sea a favor o en contra. La razón científica, el valor de las cosas (o que las cosas tienen valor) no dejan de estar presentes aún en los discursos más críticos. Hay una suerte de orden implícito en el discurso, algo así como unas reglas del juego que por algún motivo no se cuestionan.

La complejidad de saberes cada vez más especializados, junto con los desarrollos tecnológicos acelerados parecieran ser bienes que habría que agradecerle al sistema.

Sus fallas podrán corregirse de un modo u otro, a favor o en contra de algunos o de otros (eso le queda a la política) , pero aquellos atributos son ampliamente aceptados: la humanidad ha llegado a niveles de superación sorprendentes que nadie parece negar.

Las derivas del capitalismo hacia su faz de acumulación financiera como patrón , ha transformado, entre muchas cosas, el proceso de valorización de las cosas y de las personas, indiscernibles ya las unas de las otras.

La valorización de todo es financiera, por lo tanto, es “a futuro”.

Y es algo más que una forma de valorizar. Una sociedad “con mercado” es aquella en la que el mercado se subordina a reglas de socialización determinadas. Pero estas ya no son sociedades “con mercado”. Son sociedades “de mercado”, en las que las reglas de mercado someten a todo fenómeno social, y determinan la propia configuración de los sujetos.

En ese mecanismo particular las personas están cooptadas por el futuro, están atrapadas en el futuro. Y por lo general, de un modo u otro, endeudadas. Es la garantía de tenerlas presas del próximo almanaque.

Es así que el proceso de valorización adquiere el carácter de un dispositivo moral de veridicción: es verdad lo que tiene valor (financiero), está bien lo que merece ser financiado, está mal lo que no debe ser financiado por no ser rentable. La evaluación costo-beneficio se aplica en todos los órdenes de la existencia.

¿Y cómo se establece el valor?. A futuro; más precisamente, evaluando al momento presente los flujos futuros que las personas y las cosas generarán.

¿Cómo se sabe que sucederá lo que así se proyecta?

Hay un saber ya lo suficientemente sofisticado (se supone), que nadie cuestiona, como ya se dijo, que permite creer en ello. Creer. ¿Cuestión de fe?. No . Razón científica. Es extraño.

No hace falta recopilar todas las debacles que con cada vez mayor frecuencia se han abatido para destruir “valor” en cuantías estrafalarias y que no pudieron ser anticipadas por ningún dispositivo cibernético, por ninguna teoría, por ningún cuadro estadístico; porque la lista está al alcance de cualquiera.

Pero se vuelve a creer en aquel saber, una vez disipada la última tormenta económico- financiera; saber aparentemente a prueba de cualquier suspicacia.

Pareciera haber un velo que no deja ver lo evidente: el sistema capitalista depende cada vez más de la superstición y del pensamiento mágico 

Igual que lo hacían aquellas tribus que la civilización moderna se jacta de haber dejado atrás.

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