sábado, 29 de agosto de 2015

CONFUSIÓN

         En otras épocas el aspecto físico de las personas solía permanecer a lo largo del tiempo bastante fiel a sus rasgos más característicos. Era así posible que dos amigos se fundieran en un abrazo al cruzarse por la calle y reconociéndose después de treinta y cinco años de no haberse visto.
          
          Esas escenas fueron siendo cada vez más escasas.
         
          El abaratamiento y la sobreoferta de calorías, grasas, azúcares y alcoholes; el consecuente incremento de la masa corporal y la prematura caída del pelo; las sesiones interminables en gimnasios para contrarrestar voluminosidades y en institutos que restauran cabelleras perdidas; las visitas a los quirófanos para salvar las pieles que han quedado demasiado flojas o fruncidas después de sistemáticas explosiones e implosiones ; más la sobreabundancia de información y vida virtual, redes sociales y mensajes de texto de toda calaña que han ido provocando goteos irreversibles en la memoria haciéndola cada vez más incapaz de distinguir entre recuerdos reales o virtuales; han derivado hacia metamorfosis físicas y mentales que tienen como consecuencia la circunstancia cada vez más frecuente de dos viejos íntimos amigos cruzándose por la calle y pasando uno al lado del otro como si fuesen perfectos desconocidos.
          
          En realidad antes no era demasiado diferente.
           
          Los dos que se reconocían en un abrazo interminable y emocionado al encontrarse en alguna esquina, al que seguía la búsqueda del café más cercano para una charla de un par de horas quizás no advertían que pasarían esas dos horas de charla con un extraño al que confundían con alguien que habían conocido y que ya no existía; que se había ido para siempre tres décadas atrás, con aquél saludo que cada uno de ellos nunca supo (uno nunca sabe) que sería el último.



miércoles, 22 de julio de 2015

COSTUMBRES




Difícil saber cuándo y porqué empezaron las cosas si es que damos por sentado que empiezan alguna vez.

Así, un día advertimos que existe la costumbre de saludar al colectivero al subir, y creemos recordar que no siempre fue así.

Después, por algún misterioso motivo eso deja de suceder; y tampoco estamos seguros de que eso sea parte de algo que alguna vez fue o tan solo un recuerdo falso que uno tiene.

En esta ciudad en un tiempo la gente comenzó a saludarse por la calle con personas conocidas en vidas pasadas. Esa costumbre también en algún momento se perdió.

No obstante, cada tanto, aún algunos se animan a reconocerse con un cruce de miradas cómplices.

domingo, 14 de junio de 2015

CANJE



             
              
 _¿En serio?...¡no aparenta la edad que tiene, usted!
               _ Es debido a un llamador de ángeles…
               _ ¿…?...no entiendo
               _ Le explico; una vez fui a un vivero a comprar un llamador de ángeles y me lo vendieron fallado
               _ ¿Fallado?
               _ Claro, lo supe porque en lugar de aparecer un ángel se me  apareció el Demonio. Cuando lo ví dije “¡no puede ser, la puta madre; me vendieron un llamador de ángeles que no anda!” , a lo que el diablo este me contestó: “yo no sé, problema tuyo; por mi parte estoy acá para comprarte el alma; ¿qué pedís a cambio?”
               _ ¿Y qué le pidió?
               _ Sin pensarlo mucho le pedí que hiciera algo para que me cambiaran el llamador por uno que anduviera, o que me devolvieran la guita
               _¿ Y él qué dijo?
               _ Me dijo: “pero eso solo vas a pedir, ¡no seas pelotudo, pedí algo más!”, entonces yo pensé en algunas de las cosas que se le suelen pedir al Diablo a cambio de venderle el alma. Lo primero que se me vino a la cabeza fue la juventud eterna; entonces le pedí eso; pero que no se olvidara además del tema del llamador. “Trato hecho” me dijo. Me hizo firmar un par de planillas y acá estoy, joven para siempre y desangelado.
               _ ¿Y con el llamador qué pasó?
               _ ¡Ah, eso también lo conseguí! Fui al vivero y me dijeron que no me podían devolver la plata; que me hacían una nota de crédito o me lo cambiaban por un llamador nuevo; entonces elegí que me dieran otro llamador que funcionara bien
               _ ¿Y el que le dieron funciona?
               _ ¡Sí!. El único problema es que los ángeles ya no van a venir porque le vendí el alma al diablo. Ya se sabe, cuando uno negocia con el diablo, él siempre es el que gana. Y aun cuando uno lo sabe, negocia igual.