domingo, 7 de junio de 2020

DEUDAS


Las palabras y la monedas habrán nacido del mismo magma. 
Ningún  intercambio por necesidad . 
Se trató de dioses, sacrificios,  tributos.  
Es decir,  nombrar y saldar deudas. Dos operaciones indiscernibles. 

Toda moneda es potencialmente falsa. 
Toda moneda falsa puede dejar de serlo. 

Un inescrutable e imprevisible capricho de los dioses.

Igual con las palabras:  amor,  si es que alguna vez algo  ha nombrado,  no fue de seguro ni una premeditación, ni un plan. No fue una atribucion ni un cálculo.
Sí una fugaz contingencia; nada que una moneda, falsa o no , pueda representar. 
Pero finalmente haber pretendido asignarle una palabra, falsa o no,  a esa preciosura fue en el mejor de los casos arruinar las cosas. En el peor de los casos, un crimen cósmico, es decir, asignarle un sentido a lo que no lo necesita.  

Quién cree distinguir una moneda de otra puede arteramente  decidir si habrá de pagar sus deudas o si cometerá un embuste. 
Un idiota aparentemente no puede dudar y cree siempre haberlas pagado.
Pero  la mutación constante  entre  monedas  es vertiginosa, incesante.
Lo mismo con las palabras. 
Un idiota es potencialmente un estafador. Lo mismo en sentido contraro. 
Y los dioses no están interesados en brindar mayores aclaraciones. 
Tampoco han requerido nunca tributo ni sacrificio alguno. 
Hay quien sospecha que han muerto. 
Hay quién sostiene que nunca han existido. 
Lo único sagrado está provisoriamente en algunas monedas o en ciertas palabras.

Quizás no sea más que inmutable tontería, genuina vanidad,