viernes, 16 de octubre de 2020

INSUMISOS

El cuerpito de Mica  está encorsetado en una nube de tules.  Un vestido de quince, prólogo de una historieta que se supone, debe derivar hacia un vestido de casamiento.  Ambos atuendos, en algo, parecidos a una mortaja.

Los hombros de Mica al aire, con un toque sutil de purpurina parecen inaugurar simbólicamente una ofrenda de atributos para escuchar ofertas.  

Los ritos sociales se prolongan en el tiempo, aun cuando ya casi no tengan relación con nada realmente operativo. 

Ya se ha producido su entrada triunfal, escoltada de mamá Mónica, papá Roberto y esa cosa identificable como su hermano. Todos pudieron verla bajar junto a su familia de un Mercedes Benz (al que los cuatro se habían subido dos cuadras antes después de hacer un transbordo, muertos de frío desde el taxi que los depositó en una cortada penumbrosa y temible donde el Mercedes los estaba esperando). La madre se pasó las dos cuadras del viaje quejándosele al chofer de lo caro que salía alquilar ese auto por quince minutos.

Los privilegiados que fueron honrados con la invitación a esta noche soñada aplauden mientras hacen guardia de reojo para no perder de vista al mozo más cercano con bandeja de bocaditos. La leyenda cuenta que la recepción es lo mejor en este tipo de eventos. Lo que sigue después es en la mayoría de los casos olvidable. Finalmente, todo se salva un poco con la mesa dulce, si es que aún se conserva la capacidad de distinguir el sabor de algo y de caminar sin perder la vertical hasta hacerse de algún pedazo de lemon pie.

La clasificación taxonómica de los concurrentes coincide con territorios bastante bien delimitados en el salón de fiestas. El mejor lugar, reservado para familiares y allegados. Enfrente, cerca de la pista de baile donde más tarde el sonido de la música la ensordecerá, las luces de la pista la encandilarán y el humo la ahogará, ha sido confinada la manada de amigos y compañeros varones de Mica, todos de traje y corbata, hinchados de orgullo como muñecas peponas. Y del otro lado del paso hacia la cocina, un poco más a salvo, las amigas y compañeras. Casi todas parecen enfundadas en papel celofán , están maquilladas  y perfumadas como para el resto de sus vidas y alternan las miradas hieráticas hacia el sector varonil con risitas y cuchicheos cómplices.

La cara de Mica exhibe una expresión que no condice con lo que se supone debe ser una noche soñada, gloriosa. Mamá Mónica lo advierte y se la lleva hasta el baño

_ ¿Podés hacerme el favor de cambiar esa cara de orto? ¿qué te pasa? ¡Estuvimos años con tu padre juntando un peso arriba del otro para darte esto! ¿y ahora tenés esa cara de ojete?, ¿me podés explicar?...claaaro. la señorita también hubiera querido que invitemos a esos vagos y a esas arrastradas que andan con el hermano. Pero mucho esfuerzo nos costó. Con tu padre todo lo que tenemos lo hicimos con es-fuer-zo, ¿me entendés? Y no tenemos para invitar a todo el mundo, no hacemos caridad. Tenés acá gente de buena familia, gente bien. Si hubieras querido más, te hubieras puesto a la-bu-rar nena, como hacemos tu padre y yo mientras la señorita se despierta diez minutos antes de ir al colegio pri-va-do que los padres le pagan y todavía no sabe ni lavarse las bombachas. Así que cambiá esa cara y salí a saludar, ¿querés?

Error.

No es ese el problema.

En absoluto es ese el problema.

Mamá Mónica se equivoca.

A Mica no le molesta que la guita juntada con “es-fuer-zo” y algo de evasión tributaria de poca monta no haya alcanzado para invitar a los vagos y a las arrastradas. Todo lo contrario. Pertenece a una de esas adorables familias que necesita que haya “gente que no” para sentirse “gente que sí”. Por lo tanto no la aflige que afuera haya vaguitos y arrastradas “que no”. Conoce bien ese deleite.

Los pudo ver disimuladamente cuando ingresaba al salón. Los contó uno por uno. Había un grupito en la plazoleta de enfrente, semiescondidos entre los ligustros. Tres o cuatro más sentados en los umbrales de algunas casas llegando a la esquina. Todos con miradas acechantes, como hienas, con la esperanza quizás de que en algún momento de la noche algún descuido les habilite el ingreso, para por lo menos ver si quedó algún pedazo  de tarta toffe en la mesa dulce, o si pueden requisar  alguna  botella de sidra a medio terminar.

Mica se hubiera regodeado con tener esa caterva anhelante ahí afuera si no fuese por un detalle. Y ese es el verdadero problema. Hay cuatro que no están. Dos vagos y dos arrastradas que no están. Tendrían que estar en la calle con la ñata contra el vidrio junto con los otros. Pero no. Talisa, Nico, la Yenny y Clo no están.

Intenta un rictus parecido a una sonrisa y sale del baño con Mamá Mónica.

Primero, la ronda de saludos con la familia. Un primito le tironea el vestido. Una tía le llena la cara de un perfume bastante horripilante cuando le da dos besos, uno por mejilla.

Mica vigila de reojo la entrada vidriada del salón de fiestas. Es difícil divisar el exterior. El contraste de temperatura empañó los vidrios.  Cree ver fisgoneando hacia adentro a un par de  las hienas que hacen guardia en los aledaños al salón, pero la marea de gente que la rodea dificulta el escrutinio.

“Capaz que ya llegaron”, se consuela. Talisanicoyennyclo.

Ya están comenzando a dolerle los maxilares a raíz de la sonrisa forzada.

Se da inicio al proceso de intoxicación que hace las veces de cena. Se apagan las luces del salón. Entrada triunfal de caravana de mozos que llega desde la cocina con los platos que soportan la entrada. Muy sospechosas crepes de pavita.

La penumbra le da a Mica una idea. Aprovecha para chequear las redes en el celular. Tendría que haber alguna noticia de Talisanicoyennyclo. Encuentra que ya hay subidas varias selfies de muchos de los invitados, que la etiquetaron con mensajes de congratulación. También dos o tres bardeos ornamentados convenientemente con mensajes escatológicos de algunos de los forajidos que se están cagando de frío allá afuera.

De Talisanicoyennyclo nada. Ni rastro de dónde pudieran estar a esa hora, ni una mísera puteada.

Indignación.

Mientras trata de masticar el engendro de gallo con salsa rosa que les sirvieron, planea su estrategia.

Termina la ingesta de la entrada.  En segundos, los estrógenos del pollo comenzarán a actuar, acelerando el tránsito a la entrada en la eternidad de los más longevos y apurando el envejecimiento de los más jóvenes. Está científicamente demostrado que este tipo de celebraciones han incrementado la prevalencia de enfermedades hepáticas, renales y degenerativas en la población mundial. No se pierde nada.

Se apagan las luces principales. Primera sesión de baile de la noche.

Mica va hasta la mesa de los varones y se planta delante de Ramiro. Un “teta de perra” medio bobalicón que siempre anduvo detrás de ella, fracasando recurrentemente con total éxito.

Lo agarra de las manos y lo lleva de un tirón hacia la pista. Ramiro no da crédito a su fortuna. Comienza a salivar. No quiere que se note que traga la saliva que le está sobrando pero no lo logra.  Trata de recomponerse a duras penas. Entra con Mica a la pista de baile y ensaya un gesto de ganador que queda a mitad de camino entre el patetismo y la lástima.

_ Estás re elegante Ramiro, me encanta _ le dice Mica con un mohín perfectamente estudiado

_ ¿Te gusta?, la cprbata me la prestó mi papá, je _ intenta ser gracioso Ramiro

_ ¿Sabés qué Rami?, necesito un favor, yo sé que vos sos muy bueno _ le dice mientras le roza un pectoral con la punta del dedo índice _ cuando termine la música ¿podrías ir hasta la puerta?, allá afuera están algunos de los que se juntan en el kiosco de la esquina de mi casa, los amigos de mi hermano,¿viste?; bueno, vos andá y fíjate si no están Talisa, Nico, la Yenny o Clo, ¿dale?

_ ¿Vos los invitaste?

_ No no, pero quiero saber…

_ ¿Y qué te importa si están o no si no los invitaron?

_ Eh..dale, vos andá, yo después te explico…¿sí?…_ le dice Mica entrecerrando los párpados.

 

Terminado el baile, Ramiro se acerca a la entrada del salón. Intenta salir. La puerta está cerrada. Se acerca el encargado, que está haciendo guardia

_ ¿Dónde vas pibe?

_ ¿No se puede Salir?

_ No pichón, ahí afuera parece que hay unos quilomberos, el padre de Mica no quiere que se abra la puerta, salvo que te tengas que ir…

Ramiro a través del vidrio empañado reconoce a dos de los guerreros y a una chica que le hacen gestos no del todo diplomáticos. Intenta que le lean los labios y pregunta por el cuarteto. No le entienden. Mira a través del ventanal hasta donde puede y ve a los que Mica le dijo. Vuelve sobre sus pasos

_ Che Mica, no me deja salir el señor de la puerta, pero me parece que no están…

_ Bueno gracias _ responde lacónica Mica dando media vuelta sobre sí misma, obviando para siempre a esa cosa que ha quedado tras de sí llamada Ramiro

Fracasado el plan.

Mica se va al baño. Está sola. Se mira en el espejo

“Quieren humillarme” …” negros de mierda”

Quieren humillarla no yendo a su fiesta a la que no fueron invitados.

Okey.

Las reacciones paranoicas suelen surgir para reemplazar algo que se insinúa y que, de ser cierto, sería insoportable.

¿Algo en Mica prefiere la teoría de la humillación a la constatación de la indiferencia quizás?  ¿Cómo saberlo?

Segunda entrada triunfal de mozos. Las pechugas del gallo del cual las patas habían sido destinadas a las crepes de la entrada, con papas noisette y arvejas indomables. Varios comensales buscan al costado de sus platos si es que fueron dispuestos taladros o perforadoras para disfrutar del manjar.

Mica ni lo prueba. Hace bien.

Mira de reojo a Mamá Mónica, luminosa, radiante, pavoneándose entre los parientes. Escruta a su hermano, ya definitivamente disecado por el alcohol  berreta en un rincón, aun cuando la noche recién comienza. Papá Roberto que ya se devoró la pechuga, domó las arvejas y parece querer comerse el centro de mesa mientras deleita con sus chistes a la tía Clotilde.

Cada tanto se acerca algún grupito de amigas y le pide una selfie con todas juntas. En todas sin excepción Mica luce una sonrisa-rictus de Guasón.

Y rumia pensamientos, la incerteza la carcome, no puede pasar mucho tiempo más sin tener alguna señal clara en el laberinto de signos en el que se ha extraviado; algún indicio de ausencia, de humillación, de indiferencia fantasmática o de vaya a saberse qué.

Llegará el postre, la ceremonia de las velas, el vals de los quince con Papá Roberto y las lágrimas de Cocodrilo Mónica. Burbujas, fotos, papel picado,  más selfies, muchas selfies, el sutil aroma del vómito de los primeros descompuestos que no alcanzaron a llegar al baño.

Cuando todo se descontrola, aprovecha la penumbra en que ha quedado el salón ya desatado el baile y se dirige hacia la entrada.

_ ¿No me abre un poquito ?, hay unos amigos afuera…

_ ¿Estás segura piba? ...mirá que tu viejo me dijo …

_ Sí sí, no se preocupe, él ya sabe…

El guardia le entreabre a Mica la puerta con cautela como para apenas dejarla asomar la cabeza. En la pista de baile acaba de estallar el carnaval carioca.

Se acercan cuatro o cinco. Otro grupito que estaba un poco más apartado mira expectante

_ ¿Cuándo nos vas a dejar entrar Mica? _ dice socarrón uno

_ Hace frío acá che, ¿no queda algo de torta? _ inquiere otro

_ ¡Tirá la bombacha Mica! _ grita un gordo del grupito que está más lejos

_ ¡Pelotudo! _ le retruca una flaquita con el pelo violeta

_ Escuchen, ¿no vinieron Talisa, la Yenny…Nico, Clo?

No entienden porqué Mica les pregunta puntualmente por esos cuatro

_ No sé, yo no los ví, ¿vos los viste? _ le pregunta uno a la del pelo violeta

_ Creo que están allá enfrente, en unos bancos en la placita _ responde astuta la flaca

Cuando Mica abre más la puerta para asomarse, aprovechan y de un empujón entran en tropel. El tipo de la puerta termina desparramado en el piso.

Mica sale a la vereda. En la placita de enfrente, nada.

A un lado y al otro de la calle, nada. Nadie.

A sus espaldas empieza la guerra. Casi no se da por enterada de los desmanes. Busca con la mirada lo que no está.

Adentro aparecen un par de patovicas que el salón tendría guardados para alguna emergencia como la que se ha desatado. Estallan contra el piso un par de botellas. Papá Roberto intenta una trompada que termina en el aire mientras recibe otra que termina en su panza. El guardia de la puerta se recompone y trata de dirigir el teatro de operaciones con un handy. Uno de los vagos logra hacerse de un pedazo de brownie de la mesa dulce. Otros dos ya han huido. El hermano de Mica aparece de la nada como un zombie: trae en sus manos una lata de durazmos en almibar que rapiñó de la cocina y se la entrega a uno de sus “Warriors” como un tributo. La de pelo violeta junto con otra combatiente logran ganar la calle con un par de botellas de sidra y una botella de vino por la mitad. Más atrás persiste una gresca entre algunos forajidos y otros chicos “bien de buena familia” que será asistida por uno de los patovicas. Finalmente, los invasores son repelidos en su totalidad.

Nada de eso afecta la Nada. La Nada en la que definitivamente está inmersa  Mica allá afuera en la calle .

Papá Roberto sale a la vereda

_ ¿Qué saliste a hacer acá, pelotuda?, ¿no te das cuenta el lío que armaste?, ¡andá para adentro la puta que te parió!

Adetro la espera Basilisco Mónica. La agarra fuerte del brazo y le dirige su diatriba por lo bajo tratando de disimular la ira.

_ ¿Te das cuenta lo que hiciste? ¡Putita!,¿te das cuenta cómo nos hacés quedar a tu padre y a mí? ¡mañana vamos a hablar!, ¡no aabés la que se te viene!

Los mozos intentan, con un esfuerzo que enternece, reconducir una fiesta que está definitivamente perdida . Levantan sillas y recogen vidrios rotos del suelo. Unos primos de Mica apantallan a una tía que está desparramada en una mesa.  Durante los desmanes alguien le habrá dado una patada a la máquina de humo, cuestión que nadie la puede parar y está llenando de niebla todo el salón. Los chicos rodean a Ramiro que quiso hacerse el héroe y ahora tiene la camisa rota, un ojo en compota y una mecha de algodón en la nariz para parar la sangre. Algunos parientes abochornados deciden emprender la retirada. Papá Roberto rescata un aerosol de espuma y empieza a tirar espuma para todos lados mientras le da una orden al musicalizador y el carnaval carioca vuelve a sonar de manera ensordecedora como para intentar que esto aún se parezca a una fiesta de quince. Un mozo que sale del baño con un residuo de polvo blanco bajo la nariz se pone a arengar a la diezmada concurrencia aplaudiendo y girando en círculos en el medio de la pista, remedando involuntariamente a Gaby, Fofó y Miliki.

Había una vez un circo.

Una noche soñada, glamorosa, patética, que no habrá sucedido para Mica.

Esta noche de Mica es ya para Mica un rumor lejano, un agujero, una nada, un “no-hay”.

Mica no existe.

Solo  habrá  sido su vacío insoportable.

Talisanicoyennyclo.

 

 

 

viernes, 9 de octubre de 2020

TAMBIÉN ES PROBABLE LA HERMOSURA

 ´Es tiempo de abandonar el mundo de los civilizados y su luz. Es demasiado tarde para pretender ser razonable e instruido, pues esto condujo a una vida sin atractivos. Secretamente o no, es necesario convertirnos en otros o dejar de ser’.

 ‘La conjuración sagrada’, Georges Bataille, Pierre Klossowski y Georges Ambrosino


El problema es que no parece haber muchas alternativas.

Es como si quisiéramos huir de la cárcel cavando un túnel que a la salida nos deposita en otra prisión similar.

No nos queremos quedar inmóviles. Tratamos de buscarle la vuelta, pero siempre pensando que quizás todo sea en vano.

Las pocas herramientas que tenemos a mano son las mismas que nos encerraron acá. Debe haber alguna forma de desterritorializarlas, pero hasta ahora cada intento duró muy poco. Terminan volviéndose en contra nuestra.

Es paradójico, claro. Usar los mismos dispositivos que construyen el encierro con mucha probabilidad nos va a llevar a construir encierros. Solemos insistir con lo que no funciona.

Se trataría de inventar otra cosa. Sabemos que eso se ha hecho muchas veces, pero como decía: lo que se logra dura solo un rato, después todo sedimenta; se ordena y se detiene, con un primor de arte funerario. Lo cual sucede mucho antes de que nos demos cuenta de que estamos haciendole el caldo al enemigo jugando a una revulsión que ya no le mueve un pelo a nadie.

Estamos sospechando que el error está en querer reemplazar un orden por otro. Porque el “orden” nunca estará de nuestro lado. De nuestro lado está el caos. No deberíamos intentar lo que no está en nuestra naturaleza, por decirlo de algún modo que no es del todo adecuado.  

Cualquier cosa que se diga, que se pueda haber dicho, que se pueda llegar a decir; es ajena. Y dicha con palabras impropias. Quizás también todo lo dicho hasta aquí acerca de todo lo que se ha dicho. 

Lo que pueda decirse en sentido amplio. Es decir, palabras, imágenes, ciencias, arte, signos de todo tipo.

La salida termina siendo la clandestinidad:  una estirpe anónima dedicada no a descifrar signos sino a olvidar lenguajes, huir hacia el desierto y allí inventar otros sistemas de signos que serán también abandonados a su debido tiempo para huir hacia el desierto.

El modo de ser el Caos que somos es el modo de vivirnos.

Nomadismo, peligro y hermosura. 

Según Maquiavelo se podría dividir el mundo entre quienes quieren dominar y quienes no quieren ser dominados.

De ser así, el conflicto es infinito

Cambiar de bando, detenerse, acomodarse, fingir olvido; una alternativa probable. 

También es probable la hermosura.