viernes, 22 de octubre de 2021

EL MERCADO DEL SEMBLANTE

La mayoría de las personas es muy parecida a vos.  Con altísima probabilidad formás parte del comportamiento promedio.  

¿En serio te sentís más virtuos@ que otros?

¿En serio te sentís una mierda?

¿En serio te sentís al mismo tiempo o alternadamente las dos cosas, según como venga el día?

Calmate.  No sos nada excepcional, ni en un sentido ni en el otro. Tu originalidad es más bien previsible.  

El mundo no está contra vos y tampoco hacés demasiado daño.

La insignificancia está muy bien recompensada y a la mayoría el instinto se lo indicó ya a muy tierna edad.  Podrías ser una excepción, por supuesto. Cualquiera podría.  Pero eso es muy poco probable.

Todo esto, si de apariencias hablamos.

Tod@s somos anormales, claro.

Pero eso suele permanecer en letargo detrás del mercado del semblante.  

El modo en el que funcionan casi todas las cosas.

Casi nadie conoce de sí mism@  mucho más que su propio semblante.


lunes, 11 de octubre de 2021

SALVAJES


Capitalismo, evolución, razón, civilización, modernidad, progreso.

Palabras que se hilvanan juntas en los discursos como si hubiera un orden evidente y necesario que las asocia...y como si fuesen balas que esperan juntas en el cargador de la ametralladora que ordena lo que esta correcto argumentar.

Hay una axiomática latente en los discursos. Ya sea a favor o en contra. La razón científica, el valor de las cosas (o que las cosas tienen valor) no dejan de estar presentes aún en los discursos más críticos. Hay una suerte de orden implícito en el discurso, algo así como unas reglas del juego que por algún motivo no se cuestionan.

La complejidad de saberes cada vez más especializados, junto con los desarrollos tecnológicos acelerados parecieran ser bienes que habría que agradecerle al sistema.

Sus fallas podrán corregirse de un modo u otro, a favor o en contra de algunos o de otros (eso le queda a la política) , pero aquellos atributos son ampliamente aceptados: la humanidad ha llegado a niveles de superación sorprendentes que nadie parece negar.

Las derivas del capitalismo hacia su faz de acumulación financiera como patrón , ha transformado, entre muchas cosas, el proceso de valorización de las cosas y de las personas, indiscernibles ya las unas de las otras.

La valorización de todo es financiera, por lo tanto, es “a futuro”.

Y es algo más que una forma de valorizar. Una sociedad “con mercado” es aquella en la que el mercado se subordina a reglas de socialización determinadas. Pero estas ya no son sociedades “con mercado”. Son sociedades “de mercado”, en las que las reglas de mercado someten a todo fenómeno social, y determinan la propia configuración de los sujetos.

En ese mecanismo particular las personas están cooptadas por el futuro, están atrapadas en el futuro. Y por lo general, de un modo u otro, endeudadas. Es la garantía de tenerlas presas del próximo almanaque.

Es así que el proceso de valorización adquiere el carácter de un dispositivo moral de veridicción: es verdad lo que tiene valor (financiero), está bien lo que merece ser financiado, está mal lo que no debe ser financiado por no ser rentable. La evaluación costo-beneficio se aplica en todos los órdenes de la existencia.

¿Y cómo se establece el valor?. A futuro; más precisamente, evaluando al momento presente los flujos futuros que las personas y las cosas generarán.

¿Cómo se sabe que sucederá lo que así se proyecta?

Hay un saber ya lo suficientemente sofisticado (se supone), que nadie cuestiona, como ya se dijo, que permite creer en ello. Creer. ¿Cuestión de fe?. No . Razón científica. Es extraño.

No hace falta recopilar todas las debacles que con cada vez mayor frecuencia se han abatido para destruir “valor” en cuantías estrafalarias y que no pudieron ser anticipadas por ningún dispositivo cibernético, por ninguna teoría, por ningún cuadro estadístico; porque la lista está al alcance de cualquiera.

Pero se vuelve a creer en aquel saber, una vez disipada la última tormenta económico- financiera; saber aparentemente a prueba de cualquier suspicacia.

Pareciera haber un velo que no deja ver lo evidente: el sistema capitalista depende cada vez más de la superstición y del pensamiento mágico 

Igual que lo hacían aquellas tribus que la civilización moderna se jacta de haber dejado atrás.

viernes, 1 de octubre de 2021

CARAMELOS DE PLÁSTICO


 

Es una ciudad horrible. 
Las tripas de quienes viven en ella lo saben. Es por eso que proclaman tan vehementemente el orgullo que sienten por su ciudad cada vez que se les presenta la ocasión. En esas circunstancias,  se convierten en personas decididamente fastidiosas. El resto del tiempo son bastante melancólicas.
Por todo eso , sería bueno darse cuenta de que son gente bastante peligrosa.  No es gente mala en su mayoría,  pero si muy peligrosa: pueden llegar a ser feroces llegado el caso. Tienen aletargada en sus cuerpos esa particular ambición de la que es capaz la mediocridad, y que se despierta cuando la contingencia les pone por delante algún bocado apetecible que promete sacarlos del marasmo de su nada cotidiana y llevarlos a lo más alto ,que es un sitio en sí bastante bajo si se lo relativiza, pero que a ellos se les aparece alucinadamente como la cumbre del mismo monte Everest. Son capaces de las peores traiciones y de los peores crímenes por aquel apetecible bocado que no es otra cosa que un caramelo de plástico.

Nada muy diferente a lo que suele suceder en casi todas las demás ciudades y con casi todos los demás orgullos.

QUIÉN SABE


 

Veamos. Hay quienes no respiran por miedo a que la bomba explote. 

No hay manual de instrucciones que aclare qué cable cortar primero, si el rojo o el azul.

Otros están más interesados en sostener su opinión al respecto, que se supone infalible. . Siendo que las opiniones no son otra cosa que el eco invertido de alguna opinión en sentido contrario, extinguiéndose unas y otras en un residuo reverberante que se disuelve en la nada infinitesimal del silencio. 

Tic tac tic tac.

El pasado mítico cuenta que alguien tuvo la sabiduría y el coraje de cortar el cable adecuado. Cada quien fundamenta su verba inflamada con su propia interpretación al respecto.  Pero nadie se atreve a decidir ni a hacer nada  porque todos saben que bien pudo ser aquel desenlace feliz cuestión del mero azar. 

Tic tac Tic tac.

 

CLANDESTINO CUERPO

Pildoritas para odiar.
Pequeñas dosis homeopáticas de odio,
de administración visual preferentemente.
Pátina subcutánea, sutil, de odio.
Anestésico.

Provoca reacciones esperpénticas, manejables, funcionales; en un número previsible, acotado de casos.

Y atrofia la proliferación del cuerpo

peligrosa para toda rentable ecuación.


Clandestino cuerpo.

La variedad de afectos, infinita, ha quedado conculcada

Promoción en pildoritas.
El mercado requiere extenuada  estimulante variación de mercancías y experiencias surtidas.
Pero un solo afecto básico.
Para el resto,
él se ha encargado del reemplazo.
Cotillón y mascaritas.
Se venden a precios accesibles
los semblantes de amor ,compasión, euforia, 

variados saborizantes

y otras simulaciones por el estilo.


Para un único letargo
surtido de adorables ornamentos:
apariencia o muerte.

Y el que odia siempre es otro.