lunes, 7 de noviembre de 2022

TODO EL MUNDO HABLA DE AMOR

 



Confluyeron fortuitamente en el mismo punto quien temía naufragar y quien había naufragado.

Una pobre mina y un pobre tipo.

Quien buscaba lo que creía que debía buscar siempre en el sitio equivocado y quien deambulaba en un sistema de ficciones anestésicas estratégicamente ensambladas por algún tácito dramaturgo.

 

Y hay quien pretende narrar lo que pasó; ante lo cual no sobran ciertos reparos.

No es frecuente  condescender a la desconexión de insoportables  y confusos aparatos de lectura  y no es frecuente dar con un pretenso narrador  que tenga a bien hacer pedazos su  máquina de hablar condenada a parlotear entre la tentación de evangelizar y la conminación a rendir cuentas.

El catálogo de explicaciones del mundo es así una vasta colección de confusiones.

 

Sucede que quien vive ficcionado, necesita  previsiblente alguien que le dé visos de realidad. No lo sabe.  Pero es lo que necesita.  Es altamente probable que la contraparte ni siquiera se entere de que hay un guión.

Sucede que quien busca lo que cree que debe buscar, necesita que alguno de sus manotazos desesperados dé con algo tangible. Es muy poco probable que se pueda tocar un personaje de ficción.

Idiomas totalmente ajenos uno al otro, lenguajes irreductibles entre sí.

Aun así, por un momento, creen entablar un diálogo y entenderse.

No lo hacen realmente, pero una fascinación inexplicable da lugar a una conversación en la que cada quien cree que dice lo que dice y cree replicar acertadamente a lo que el otro cree decir, que no es lo que el que asiente cree escuchar.

De ese modo, por un instante, la parte ficcionada es el rutilante protagonista central de su teatro delirante y la parte que vive a los manotazos siente que tiene algo entre manos.

No se trata de otra cosa que de un presagio. Una inminencia incomprobable a la que estiman darle fe.

 

Luego, pero más temprano que tarde, habrán aparecido vestuarios fastidiosos, trajes de héroes y máscaras de víctimas que pasan de mano en mano y nadie sabe muy bien qué hacer con esos trastos.

 

Sin culpables a la vista, se los inventará con retazos previsibles como previsible será el Frankenstein resultante.

Quien teme naufragar y quien ha naufragado tendrán su monstruo propio.

Lo que no sabemos es quién es quién y cuál es cuál.

 

"Todo el mundo habla de amor

Hay un teatro absurdo en el sitio equivocado, muy poca gente malvada y demasiada gente peligrosa a la vuelta de la próxima esquina.

Y al cabo, tal vez tan solo se trate de un gran negocio. ..."  termina diciendo el Frankenstein que hizo vivir al narrador que a su vez le dió vida con su relato.

 No sabemos si otra vez se ha confundido.

O si por primera vez logró decir algo diferente a las narraciones en las que solemos refugiarnos hasta echarnos a perder.

 

PD : ¿Y qué pasó con la pobre mina y el pobre tipo?

-------------------------------------------------------------------

Insértese sobre la línea de puntos la historia que se desee. Cada quién tiene en su repertorio alguna o varias.

Todas las historias de las pobres minas, los pobres tipos o la variante sexo genérica que se quiera, son similares.

No agregaría nada enfatizar alguna en particular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario