No sé bien qué es lo que quiere un héroe. Tampoco lo que desea un traidor.
Cada uno de nosotros tenía su héroe preferido. Algunos compartíamos el mismo.
Pero todos nos convertimos en traidores. De todos, Losada el peor.
Ya no me
quiero engañar.
Me cansé de fingir frente al espejo. Estoy harto de practicar farsas interminables con interlocutores imaginarios.
Por eso acá te voy a decir que somos unos pobres tipos. Solo nos queda la frustración, la envidia y el deseo de revancha que se confunde con el de venganza a la larga.. Es de pensar que los sujetos que decidimos ser periodistas quizás tengamos nuestra vis existendi un tanto "eclipsada" (habrá que averiguar si de un modo irreversible). No puede ser otra cosa que una existencia triste la de estar siempre al costado del escenario de la vida contando las vidas de los demás. Y por cierto que seremos sujetos francamente fastidiosos si nos creemos que los demás están esperando que se la contemos . No puede ser nuestra vida si no tiene algo de resentimiento. Previsible entonces la euforia que se desató
entre nosotros el día en que se dio a conocer lo de Losada.
Fue un viernes, el día que propicia esa misteriosa culminación de la euforia, como si durante los dos días
siguientes existiera la posibilidad de que se abran las puertas del paraíso y
como si en el lunes que le sigue existiera
la posibilidad de ser otros (ya el domingo a la tarde se sabe que eso no sucederá, pero esta cosa extraña llamada ser humano nunca abandona el pensamiento mágico, por lo que en una semana reincidirá en la esperanza de salir de aquí hacia la maravilla).
Decía: aquella tarde alucinada de viernes la
fiesta fue completa. A medida que íbamos llegando nos íbamos sumando con
entusiasmo a la ronda de comentarios. Nos brillaban los ojos. A todos. Porque
todos sabíamos quién era en realidad Losada, lo habíamos conocido de cerca y había llegado la hora del desquite.
Todos venimos del mismo cuchitril infecto en aquel subsuelo; donde no estaba claro si había que salir de allí para hacer algo en pos de que el mundo fuera más justo, o si el mundo debía ser más justo para que pudiéramos salir de ahí y alcanzar la gloria. A veces es difícil distinguir a un justiciero de un narcicista.
Algunos días el tiempo parecía haberse detenido para siempre y en otros sentíamos que estaba a punto de acabarse; mientras el rumor de la calle allá afuera insinuaba que nadie está demasiado interesado en averiguar si el mundo es justo o no.
La indiferencia es demasiado insoportable para lo pobres tipos que somos; de modo que finalmente solo se trató de salir de aquel cubil como fuera.
El caso de la minita en cuestión se había dado a
conocer algo así como dos semanas antes de aquel viernes (y unos veinte años después de aquel subsuelo).
Losada había tomado el tema porque le venía como anillo al dedo para la operación politica en la que estaba sirviendo en esos días contra "el que te dije", porque todo esto de la chica había sido en su territorio.
Por lo tanto todo el mundo estaba todo el tiempo hablando de Romina. Así se llamaba la piba.
Losada , de todos nosotros, fue el que más claro tuvo quién es el dueño de la pelota y cuáles cabezas eran las más adecuadas para pisar y llegar a las alturas. El resentimiento habrá sido fuerte en todos nosotros, potenciales mercenarios, pero no tan fuerte como en él, el más desmesurado . Habrá sido por eso entonces que Mauro Losada, más que ninguno, tuvo el instinto tan agudo como para ver por dónde era que había que ir para convertirse realmente en un mercenario.
Llegó a brillar así. Para una porción considerable del público la razón de ser de las noticias era la de que Losada se las pudiera contar.
Y finalmente se trataba solo de lo que Losada contaba. Lo que en sí hubiera pasado formaba parte de otro orden de cosas que no era demasiado relevante en el juego de inventar la farsa que hiciera falta, según el momento, para adornarles la conciencia, masajearles la miseria ,alimentarles la inquina y hacerlos sentir ciudadanos moralmente aceptables por estar de su lado.
La otra mitad del público miraba a Losada para putearlo, como si él se enterara o le importara el berrinche de unos lunáticos levantando presión frente a la pantalla.
Unos y otros engrosaban las cifras de audiencia.
Lo primero
que se había conocido era como casi siempre la foto de la minita y los pedidos
desesperados de algún familiar al que siempre le ponen la cámara por delante
tomando hasta el último detalle de sus facciones desencajadas, pidiendo por el
paradero de la piba. Y terminó como casi todos estos casos terminan; la chica
que aparece asesinada y desnuda con signos de violación en alguna zanja, en algún
descampado o semienterrada. Ésta apareció atrás de un galpón abandonado, en las afueras. Sorprendentemente no había pasado demasiado tiempo entre la denuncia de su desaparición y el hallazgo,
creo que en horas la policía había encontrado el cuerpo. Descontando el tiempo que habría mediado entre la desaparición y el asesinato, el cuerpo estaba casi intacto.
Después todo
prosiguió como suele ser habitual en esto.
La foto de la piba cada quince
minutos en la pantalla.
Todos los programas de la tarde llenando los paneles de
expertos, sicólogos, ex comisarios, sexólogos, sociólogos, caranchos y cualquier
especialista en algo o
personaje estrafalario que tuviera ganas de cacarear un rato hablando de
responsabilidad paterna , de precocidad o promiscuidad, del peligro de las
redes, de la falta de límites o de cualquier otra cosa.
Las imágenes de alguna cámara de seguridad que
había captado los últimos pasos de Romina en la puerta de algún boliche de mala
muerte .
Más tarde, la hora de los debates políticos obligatorios a los gritos donde confluían aspirantes a cargos varios , operadores , analistas, encuestadores y diletantes de poca monta , donde el tema de Romina también aparecía como ineludible.
Y todo concluía en el horario estelar a la noche en el que Mauro Losada sofisticaba un poco el discurso, establecía quién más debía ser ingresado a la galería de los réprobos y marcaba la
agenda del día siguiente.
Era linda la
minita. La habían llevado a la morgue y ahí estuvo unos días porque por algún motivo se estaba
demorando la autopsia.
Era linda y
era pobre, por eso le tocó el papel de putita en el reparto de lo comentado y muy pocas remeras tuvieron su cara.
Aquel viernes en el que todo saltó por los aires, lo que se dio
a conocer en primer lugar fue el videíto filmado con un celular. Se veía con
dificultad por la penumbra de la sala de la morgue pero se veía lo necesario
como para que el hecho fuera indesmentible: Losada desnudo encima de la camilla, moviendo frenéticamente la pelvis entre las piernas de Romina que colgaban hacia los costados, al igual que sus brazos, acompañando brazos
y piernas con su peso muerto el vaivén. El video tenía un sonido muy sordo,
apenas se insinuaba cada tanto lo que parecía un gemido apagado .
Se supuso que
el video fue filmado por algún encargado de la morgue, o no. Pero nunca se llegó a saber fehacientemente quién fue el responsable.
Después de eso, la implosión atroz. Adornada claro con una catarata de testimonios, un show de potenciales que nada agregaban a la realidad casi nefanda de Losada.
La prueba dura
del video era inocultable. Pero Losada probó en su propio fláccido cuero las consecuencias de los métodos que él mismo había usado con delectación: trascendidos, falsos
testigos, insinuaciones y toda esa catarata de recursos de manual para un tiempo en el que casi todo ya debe dirimirse entre la suspicacia y la calamidad.
Alguna fuente indesmentible allegada
a Losada que habría sugerido comportamientos extraños por parte de él en esos días
de lo de Romina.
Alguno que insinuaba que esta no había sido la primera vez.
Enemigos y ex amigos de Losada sugiriendo lo mismo o todo lo contrario.
La
pregunta hipócrita de todos los colegas que fingían perplejidad ante la pregunta de cómo había tenido Losada la entrada a la morgue allanada para acceder en soledad al cuerpo de la chica y los dedos
señalando a quien estaba a cargo del lugar esa noche. Todos sabemos cómo
funcionan estas cosas, todos sabemos a lo que se puede llegar a apelar para
tener algún dato, alguna imagen o algo. Quizás la envidia de saber todas las puertas que se le abren
a personajes como Losada, después de años de traficar vínculos de toda calaña
con asombrosa habilidad para hacerse de una buena red de informantes y de pases libres a cualquier despacho o dependencia.
La confusa danza de horarios en la que los encargados de la morgue esa noche, fueron, vinieron, estuvieron, lo vieron a Losada o no.
Alguien más insinuando acerca de Losada lo que casi todos sabemos y los efectos que puede llegar a acarrear el exceso
de sustancias.
Otro preguntándose
por qué, si siempre había tenido todas las minas que se había propuesto tener arrodilladas
a sus pies; si no había dejado de acariciar el lomo de ningún gato del ambiente. Y alguno contestándole que precisamente por eso, que porque ya había probado casi todo lo que podía probar una persona desbordada que siempre quiso más.
Y luego, cómo no, alguna de esas minas que siempre aparecen buscando su minuto de
notoriedad comentando que había salido con Losada y que al pasar había visto en un cajón de algún mueble en
la habitación que había compartido con él por esos días , varias fotos de
Romina, iguales a la que se habían ido difundiendo, cada una en varias copias y
tamaños.
Con todas
esas piezas se fueron armando los paneles de especialistas que departirían acerca
de las consecuencias de no tener límites. De que Losada toda su vida había logrado
lo que se había propuesto apelando a cualquier recurso. Los mismos que algún día
lo habrían puesto en un pedestal resaltando su audacia y su ánimo transgresor, ahora
bajándolo de un hondazo como a un pajarito. Alguna psicóloga teorizando acerca
de que evidentemente , teniendo tantas fotos de Romina en su mesa de luz, Losada se había obsesionado de manera enfermiza con
la figura inalcanzable de no sé qué. Los más progres hablando de lo que siempre
es correcto hablar pero abriendosé paso a los codazos detrás de cámara para ver
quién salía al aire primero.
Lo más
importante siguió siendo la debacle deliciosa de Losada, aún después de que la
policía hallara a los violadores; porque resultaron varios; y al que de entre
ellos la mató. Unos narcos de medio pelo dedicados al menudeo, vengando a otro del grupo, ex novio despechado de
Romina. O algo así. No importó demasiado.
La historia
al fin es siempre la misma con estas cosas. El origen de los datos duros, de
las pruebas con las que después se arma todo el resto de la historieta nunca
queda demasiado claro. Uno sabe que casi nunca las cosas son por azar y conoce
que la oscura y siniestra trama de operaciones detrás de lo que sale a luz y
que amarra al imaginario de la pobre gente puede alcanzar los círculos más abyectos,
inimaginables y enloquecidos del infierno.
El poder es así.
Pero en este
caso uno sí sabe que fue simplemente el azar. Cómo no aprovechar esa
oportunidad que el azar le brinda a uno,
sobre todo si lo que está en juego es un tipo odiado como Losada, un tipo
abominablemente iluminado como Losada. No sé por qué a este flaco que estaba esa
noche de guardia en la morgue se le habrá ocurrido filmar con su celular lo que
hacía Mauro Losada y no sé por qué se le habrá ocurrido darmeló a mí, si tan solo un
par de veces le habré hecho algún favor a cambio de algún dato de mierda.
Supongo
que tal vez el tipo le tenía también tanta ojeriza como nosotros a Losada.
Creeme, es como te lo cuento.