jueves, 30 de mayo de 2019

PÍCAROS



Es de suponer que en una colonia las leyes rigen hasta por ahí nomás.

El rey o la reina están demasiado lejos y tan ocupados del otro lado del mar, que siempre va a saltar algún Pícaro que encuentre el modo de sacar ventaja; sintiendo que si él no ocupa ese lugar, más temprano que tarde lo ocupará otro.

Y los privilegios que se rapiñan con picardía colonial, con colonial picardía se defienden al tiempo que se disimulan con modales cortesanos. Es en definitiva ese el íntimo berretín alucinado que funciona como autolegitimación espiritual : imaginar poder ser, algún día ,cortesano en un sitio lejano.

Hay algo evidente: los privilegios son tan adictivos que no caben en un solo cuerpo, ni en una sola vida. Hay que tener cada vez más y pasarlos por herencia a la generación de Picaritos que siga; que desde la cuna aprenderá a conservarlos a como dé lugar. Es decir, del modo que sea. Pero sin embarrarse los zapatos de ser posible.
Los métodos irán cambiando con la historia. Es previsible que en algún momento empiece a correr sangre, pero eso no puede mantenerse por demasiado tiempo: “los que desean tener lo que es nuestro se avivan rápido cuando las balas pasan silbando; ni qué decir cuando no nos queda más remedio que instalar un par de cabezas en una pica” reflexionan atinadamente.

Si la carnicería pudiera ser puertas adentro y lejos de la luz del día tanto mejor.

Hasta que eso tampoco sirva. Más tarde o más temprano las pruebas irrefutables ya no pueden tirarse al río ni enterrarse. Hay gente molesta que avisa.

Pero siempre hay algo a mano. Conminaciones más sutiles.
¿Quién no tiene algún muerto escondido en el ropero en esta vida? Se lo averigua y listo. Y al que no lo tenga se le inventa.
Luego, a quienes se pongan fastidiosos se les demostrará fehacientemente que el escarnio puede ser terrible y las consecuencias irreversibles.
Y muchos de esos se convertirán en tácitos colaboradores. Son multitud los que consideran imperioso disimular lo que tienen en el placard propio, para lo que el mejor método que hallarán será el de ser feroces en la tarea de colaborar a hacer conocer lo que esconden los demás, aún cuando no escondan nada. Mientras tanto, los Pícaros que son  muchos menos,  saben protegerse entre ellos o traicionarse adecuadamente en el momento oportuno.

Dejar de ser colonia es difícil y doloroso.

Pero mucho más lo es cambiar la identificación con la “colonialidad” de los Pícaros de parte de tantos infelices que andan transitando por ahí, con las llaves de sus roperos bien guardadas en el cofrecito de su impostura virtuosa y haciendo mérito para recibir migajas.