miércoles, 26 de julio de 2023

TORPES Y HERMOSOS

Creo estar leyendo lo que escribió.

Es probable que sea yo quien escribe lo que creo estar leyendo.

No es eso lo que siento.

Por su parte, puede haber creído expresar lo que yo nunca leeré en lo que ha escrito. De algún modo, creyó escribir lo que en sí no ha quedado dicho, lo que secretamente queda más allá.

Quien cree leer, escribe y no lo sabe.

Quien cree ser leído, es escrito y no se entera.

Creemos comunicarnos.

Eso no sucede.

Es el caso particular de un modelo más general: pareciera no haber vida en común si no es creyendo cosas que no son.

Cuando el desencanto estalla, las astillas se recogen y atesoran con celo para recordar que eso no debería volver a suceder, sin saber que esos cristales rotos ya han sido reemplazados por un renovado embeleso.

Se vislumbra ardua la sobrevida en el terreno de la lucidez extrema.

Sin la fascinación no llegan muy lejos estos desvalidos animalitos gregarios que leen o escriben sus vidas intentando ser o parecer lúcidos y hacen todo lo que hacen de un modo casi siempre hermosamente torpe.

Y misterioso.

 

VEINTISIETE VECES

Cualquier relato, cualquier teoría;  son cortes al Caos.

Sirven para organizarse y provisoriamente funcionan

                                           Pero muy pronto las cosas ya no estarán allí.

 

Parecen estar mal de la cabeza.

Es cierto: ¿quién no está mal de la cabeza?

En todo caso, están bastante peor de la cabeza que el resto.

 

Aun así, algún sentido debe resonar más allá del esperpento de su discurso, porque algo debe haber que los convierte, podría decirse, en una manga de freaks, insoslayables y hasta divertidos.

Frecuentemente son tema de conversación cuando no hay nada mejor que hacer.

 

Van por acá y por allá y alertan que los anestésicos no funcionan como todo el mundo cree que funcionan.

 

Ya sabemos de qué hablamos cuando decimos anestésicos. Pero por las dudas, se aclara.

 

Volviendo: dicen que descubrieron que los "anestésicos" no funcionan calmando el dolor. Dicen que ya nadie recuerda que el dolor no era insoportable y que tenía una potencia cognitiva que en mala hora hemos perdido.

 

El modo de hacer efecto de los "anestésicos " según esta sarta de estrafalarios personajes, es primero causar un dolor veintisiete veces más intenso que el original (sí, lo tienen calculado y parece que les arroja como resultado el nada despreciable guarismo de veintisiete veces, aunque muchas veces su narcicismo los lleva a discusiones acerca de los decimales que se deberían indicar).

Luego, otro de los componentes del dispositivo analgésico operaría los efectos de calmar el dolor que él mismo causa con un plus adicional que aporta sensaciones placenteras que consideradas aisladamente no serían nada del otro mundo, pero que en esa vorágine de endorfinas desenfrenadas, se experimenta como un éxtasis tan extremo como efímero.

 

Entonces el resultado sería que todos pedimos un poco más cada vez y con mayor frecuencia.

 

Prometen que lo que no ha logrado el “dispositivo” es neutralizar la sospecha, cualquiera de nosotros conserva su suspicacia.  Y la sospecha nos puede llevar hacia   siniestras confirmaciones.

Pontifican que, horrorizados de la cantinela que nos detiene girando en círculos autodelirantes ("excitación-monetización-frustración" se decía en otros tiempos), decidiremos huir hacia el desierto a recuperar nuestros cinco sentidos.

 

Previsiblemente, la cháchara de estos delirantes se ha converttido en motivo de conversación de mucha gente. Todos cuentan historias al respecto. Como suele suceder, siempre es algún otro el que conoce a alguien ; nunca es uno el que tiene referencias directas. Se dice que ha habido, en efecto, ya varios que han huido, y que, al tener como supuestamente tenemos, el aparato sensible tan desquiciado, hasta respirar les causa a los fugitivos un dolor insoportable.

Pero nadie aporta muchos más datos acerca de su suerte.

 

Nuestros lunáticos reafirman esas historias.

Y agregan que el dolor en sí no está.

Pero se lo siente y aceptan que muchos no lo soportan.

Como no podría ser de otro modo, aportan sus consejos al respecto.

 

Su teoría es la de que no hay ningún estado natural preexistente. Todo lo que la conciencia experimenta se debe al contraste, a la diferencia de pasar de unos sistemas a otros (no parece que hayan descubierto nada nuevo).

Dicen tener técnicas probadas que permiten intuir lo que llaman “los posibles del cuerpo” que, denuncian, han sido convenientemente neutralizados.

 

En fin.

Lo cierto es que esas cosas realmente no suelen formar parte de las inquietudes de nadie.

 

La gente que uno se cruza se queja de las cosas habituales, pero finalmente todo el mundo parece estar bastante a gusto.