Sirven para organizarse y provisoriamente
funcionan
Pero
muy pronto las cosas ya no estarán allí.
Parecen estar mal de la cabeza.
Es cierto: ¿quién no está mal de la cabeza?
En todo caso, están bastante peor de la cabeza
que el resto.
Aun así, algún sentido debe resonar más allá
del esperpento de su discurso, porque algo debe haber que los convierte, podría
decirse, en una manga de freaks, insoslayables y hasta divertidos.
Frecuentemente son tema de conversación cuando
no hay nada mejor que hacer.
Van por acá y por allá y alertan que los
anestésicos no funcionan como todo el mundo cree que funcionan.
Ya sabemos de qué hablamos cuando decimos
anestésicos. Pero por las dudas, se aclara.
Volviendo: dicen que descubrieron que los
"anestésicos" no funcionan calmando el dolor. Dicen que ya nadie
recuerda que el dolor no era insoportable y que tenía una potencia cognitiva
que en mala hora hemos perdido.
El modo de hacer efecto de los
"anestésicos " según esta sarta de estrafalarios personajes, es
primero causar un dolor veintisiete veces más intenso que el original (sí, lo
tienen calculado y parece que les arroja como resultado el nada despreciable
guarismo de veintisiete veces, aunque muchas veces su narcicismo los lleva a
discusiones acerca de los decimales que se deberían indicar).
Luego, otro de los componentes del dispositivo
analgésico operaría los efectos de calmar el dolor que él mismo causa con un
plus adicional que aporta sensaciones placenteras que consideradas aisladamente
no serían nada del otro mundo, pero que en esa vorágine de endorfinas
desenfrenadas, se experimenta como un éxtasis tan extremo como efímero.
Entonces el resultado sería que todos pedimos un
poco más cada vez y con mayor frecuencia.
Prometen que lo que no ha logrado el
“dispositivo” es neutralizar la sospecha, cualquiera de nosotros conserva su
suspicacia. Y la sospecha nos puede
llevar hacia siniestras confirmaciones.
Pontifican que, horrorizados de la cantinela
que nos detiene girando en círculos autodelirantes ("excitación-monetización-frustración" se decía en otros tiempos), decidiremos huir hacia el desierto a recuperar nuestros cinco sentidos.
Previsiblemente, la cháchara de estos delirantes se ha converttido en motivo de conversación de mucha gente. Todos cuentan historias al respecto. Como suele
suceder, siempre es algún otro el que conoce a alguien ; nunca es uno el que
tiene referencias directas. Se dice que ha habido, en efecto, ya varios que han
huido, y que, al tener como supuestamente tenemos, el aparato sensible tan
desquiciado, hasta respirar les causa a los fugitivos un dolor insoportable.
Pero nadie aporta muchos más datos acerca de su suerte.
Nuestros lunáticos reafirman esas historias.
Y agregan que el dolor en sí no está.
Pero se lo siente y aceptan que muchos no lo
soportan.
Como no podría ser de otro modo, aportan sus consejos al
respecto.
Su teoría es la de que no hay ningún estado
natural preexistente. Todo lo que la conciencia experimenta se debe al
contraste, a la diferencia de pasar de unos sistemas a otros (no parece que
hayan descubierto nada nuevo).
Dicen tener técnicas probadas que permiten
intuir lo que llaman “los posibles del cuerpo” que, denuncian, han sido
convenientemente neutralizados.
En fin.
Lo cierto es que esas cosas realmente no suelen
formar parte de las inquietudes de nadie.
La gente que uno se cruza se queja de las
cosas habituales, pero finalmente todo el mundo parece estar bastante a gusto.