domingo, 19 de junio de 2016

QUIÉN SABE QUÉ PASA ALLÁ AFUERA

Sí claro. También está en juego el ego en eso de darse cuenta de cosas. Pero es ese mismo orgullo el que sugiere prudencia; toda una arquitectura solida de razonamientos puede desmoronarse de un solo  soplo. 

Cualquier explicación que uno ensaye nunca deja de ser una ficción; armar un rompecabezas que acepta infinitas formas de encastrar sus piezas pero al que siempre le queda una que no encaja, sin la que el resultado final no termina de entenderse del todo. 

Todo argumento está destinado a convertirse en la pieza de un museo invisible.

Uno asume con el tiempo el papel de jugar al aguafiestas, tal vez a raiz del fastidio de sentirse un día rodeado de zombies y quizás también por la tentación de ser el iluminado que despierta a los somnolientos. Pero los demás no deben ser tan tontos como uno cree; quizás  solo pretenden otras cosas y no pensar demasiado.
Y si en cierto momento no están organizados para escuchar lo que uno diga, se termina hablando un idioma extravagante.

Después de las tragedias ciertas cosas pueden aceptarse en un principio como inevitables y ser luego naturalizadas paulatinamente. Habiendo pasado lo que pasó, se aceptó ,cuando todo comenzó a moverse nuevamente de a poco, que el único modo de trasladarse serían trenes y se aceptó que las ventanillas deberían estar cegadas.

Inicialmente la excusa oficial fue la de los piedrazos, quién recuerda cuánto hace ya.

Habrá sido motivo de cierto escándalo e indignación al principio, algo de estupor tal vez, no se  sabe. Pero ya es parte del paisaje o en todo caso, de su ausencia y tan solo motivo de comentarios desganados mientras se aguarda que el tren parta, como quién comenta el clima.

Algunos asientos más adelante dos mujeres se preguntan cómo será allá afuera. Una de ellas le dice a la otra que se comentan cosas, la otra asiente y comenta esas mismas cosas por enésima vez. La primera, a su vez, ensaya un gesto afirmativo. Ninguna de las dos se cree demasiado lo que dice y asi el terror que deberían sentir  queda confinado al rincón más íntimo de esos primeros sueños nocturnos que nunca se recuerdan al día siguiente.
Tres asientos hacia atrás una nena le pregunta a su padre cómo era mirar hacia afuera por la ventanilla, con el rostro lleno de ilusión y curiosidad por lo que  pueda llegar a contarle, mirándolo a los ojos. Su padre le narra lo previsible desde un rostro ensombrecido, abúlico,  sin alma en su relato. Su hija lo mira como quien espera algo que no llega nunca, el gesto de entusiamo se le desdibuja en decepción y baja la vista.. Él no se inquieta y ella ya no se inquietará.

Los arrabales comienzan hoy día en una zona indefinible detrás de los destacamentos y lo que enmarcan nos queda cada vez más grande.
Pasar al otro lado son cuatro palabras que no se pueden combinar más que en la Gran Pesadilla. 
Vamos en trenes de una zona habitada a la otra. Ya no ha quedado otro modo de transportarse.  Entre  origen y destino sólo existe el interior cálido de un vagón y sus ventanillas ciegas. 

"Los trenes no se descomponen nunca" , sostienen casi todos con los que uno se cruza. 
Uno argumenta, creo con lógica, que nunca podríamos ver los pocos restos del tren que pueda llegar a quedarse a mitad de camino . Pero casi todos están sostenidos por el discurso automático, ajeno, de argumentos en sentido contrario. 

No sé cómo no se dan cuenta.

Uno no replica.

Hay un rumor al que muy pocos se animan, sobre personas que se han quedado en vano esperando en destino a quienes no llegaron nunca. Pero la vida no es posible sin el olvido,  dicen. Se habrán retirado de la estación sin preguntar demasiadas cosas. La vida no es posible sin el olvido y el tiempo mejora los recuerdos. Que tal vez habían entendido mal y aquel tren nunca habría salido desde la estación de orígen. Que quizás aquellos a quienes esperaban habían comunicado mal las cosas y no tenían la intención de viajar ese día.

No sé cómo no se dan cuenta. 

Y ahora me dí cuenta yo de que no voy a poder saber que este tren llegó a destino sino hasta que se detenga. 
No se lo voy a comentar a nadie. 
Por una vez voy a tratar de no ensombrecer a la pobre gente que tan solo quiere estar tranquila mientras pueda.


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