sábado, 29 de agosto de 2015

CONFUSIÓN

         En otras épocas el aspecto físico de las personas solía permanecer a lo largo del tiempo bastante fiel a sus rasgos más característicos. Era así posible que dos amigos se fundieran en un abrazo al cruzarse por la calle y reconociéndose después de treinta y cinco años de no haberse visto.
          
          Esas escenas fueron siendo cada vez más escasas.
         
          El abaratamiento y la sobreoferta de calorías, grasas, azúcares y alcoholes; el consecuente incremento de la masa corporal y la prematura caída del pelo; las sesiones interminables en gimnasios para contrarrestar voluminosidades y en institutos que restauran cabelleras perdidas; las visitas a los quirófanos para salvar las pieles que han quedado demasiado flojas o fruncidas después de sistemáticas explosiones e implosiones ; más la sobreabundancia de información y vida virtual, redes sociales y mensajes de texto de toda calaña que han ido provocando goteos irreversibles en la memoria haciéndola cada vez más incapaz de distinguir entre recuerdos reales o virtuales; han derivado hacia metamorfosis físicas y mentales que tienen como consecuencia la circunstancia cada vez más frecuente de dos viejos íntimos amigos cruzándose por la calle y pasando uno al lado del otro como si fuesen perfectos desconocidos.
          
          En realidad antes no era demasiado diferente.
           
          Los dos que se reconocían en un abrazo interminable y emocionado al encontrarse en alguna esquina, al que seguía la búsqueda del café más cercano para una charla de un par de horas quizás no advertían que pasarían esas dos horas de charla con un extraño al que confundían con alguien que habían conocido y que ya no existía; que se había ido para siempre tres décadas atrás, con aquél saludo que cada uno de ellos nunca supo (uno nunca sabe) que sería el último.



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