“…la verdadera fuente del Mal sigue existiendo: es lo que llamaría el “sobrenaturalismo”. Lo que entiendo por sobrenaturalismo es la idea según la cual el comportamiento puede modificarse sobre todo a través de lo “sobrenatural”, y que la confianza ciega en la omnipotencia de la Gracia, permite hacer frente a todas las situaciones…”
PIERRE HADOT
La maquinaria ya estaba funcionando desde antes de que la
persona llegara. Sus dispositivos operan sin detenerse en nada, no dejan
resquicio ni en los elementos más tenues de la existencia.
Es así que la persona termina suponiendo que debe
convertirse en un pavo real.
Y lo asume como
natural, como dado; como parte indisociable de su esencia personal, de su identidad
(dos de las tantísimas trampas conceptuales que hacen su trabajo constante,
disciplinando al anárquico deseo a latigazos , como para que nada se salga de sus cabales, como
para que no tenga evidencias de que la potencia de la práctica define los
conceptos y no al revés, como para que todo siga siendo como “debe ser”)
El mal no proviene de otro lado que no sea la fe obediente
en la trascendencia, dejando a un lado la la experiencia que está
en nuestro cuerpo y que podemos comprender con el mismo cuerpo.
Las religiones
trascendentes primero, los aparatos de veridicción y los dispositivos semióticos después, y hasta los fármacos tal vez le han ido enseñando con la fe, con la razón o molecularmente que las
consecuencias de no convertirse en lo que no es , pueden llegar a ser
terribles, eternamente irremediables.
Aún asI, algo en su cuerpo le dice, siempre le dirá, que su naturaleza
múltiple, no es la de un concreto y bien definido pavo real.
Pero todas las demás personas ya-pavos- reales se han ido
comportando frente a su cuerpo como quien se comporta frente a un pavo real.
Entonces, antes de
cuestionárselo demasiado, asume que finalmente pudo, que pese a sus terrores
nocturnos, es cabalmente un pavo real.
Ha logrado la admisión social y eso es
muy halagador, muy confortable.
Hasta que las demás personas, en los momentos que
seguramente habrán de suceder, irrumpiendo como la maleza entre los adoquines
su existencia de “no- pavo-real” (ninguna farsa puede sostenerse demasiado
tiempo, el cuerpo siempre gana), comienzan
un proceso indetenible de decepción respecto del concepto que le tenían. No sin
un íntimo terror, porque saben muy bien que la historia de ellas es muy
similar.
Nadie puede ser un pavo real, salvo los pavos reales.
Pero esas persona que también creen ser pavos reales o a lo sumo son capaces de
cualquier crimen con tal de parecerlo, cuyo cuerpo también les recuerda a cada
paso que no son pavos reales, pero que
por terror o por ignorancia no pueden descifrar ese clamor corporal con claridad,
se sienten reafirmadas como pavos reales si rechazan cabal y visiblemente ante
los demás esperpentos de pavo real , a la que ya no puede o no quiere disimular no serlo.
En el fondo, la envidian.
Si pudieran, la matarían.
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