Ya nadie sabe nada en la ciudad.
En
el conducto de las luces (fortuita combinación dentro de lo que
el azar limita: también él ha sido víctima de algunos chantajes) del
surtido del mercado, la imaginación y la noche perfumada, tuvieron linda cena y
vista al río.
Hubo
sarcasmos, hubo caricias y luces de navidad.
Nadie tiene
ganas de cambiar en la ciudad y nadie sabe.
Nadie puede
asegurar que las calamidades que todavía no han sucedido están siendo
convenientemente evitadas, o si es que tan solo aún no es hora.
Tampoco nadie
puede saber si es que las atrocidades que hilvanan el pasado hubieran podido
evitarse.
Parece que conviene
vivir como si se pudiera. A nadie le será negada la ilusión de un instante anónimo
de lucidez o de virtual heroísmo.
Ninguna
debacle puede ensayarse en un banco de pruebas las veces que sean necesarias
para evaluar exhaustivamente la relación causa-efecto de los denodados desvelos
y las proclamas inflamadas.
Tan solo
cabe explicar por qué sucedieron las cosas: cada quien se arroga el derecho a
su academia personal del delirio.
A través de
conductos luminosos, un tour embalsamado, all inclusive entre lo que se
ve. Las miradas fueron entrenadas con minuciosidad para no saber mirar lo inconveniente.
El resto de los sentidos corrió igual suerte.
Un trayecto
sin sobresaltos donde siempre hay tiempo para hablar de amor. La salida es un free
shop en otro idioma. Nadie lo comprende pero todos lo hablan con legítimo
orgullo. Habrá aplausos cuando lleguen de regreso con regalos para todos. La
salida no es más que la misma entrada de siempre.
Si hay
luces hay sombras, como ecos, como una sospecha. ¿Cómo saber si la felicidad es
eso que hace sentirse tan feliz? Cuando la vida se parezca a una publicidad
cabría dudar.... se verá en miles de fotos en miles de sitios. No recordará
haber estado allí. Nadie podrá confirmárselo.
Más fotos por favor. Ahogarse con fotos,
aturdirse con fotos.
Por fuera de
los trayectos planificados, quien falla el tiro, o es blanco fácil o sepa
correr.
Allí los
ojos lo ven todo, solo que no hay tiempo para detenerse en el paisaje. La
felicidad es incontrastable y sin pliegues en el momento de la huida, hasta que
sea posible enloquecer al sicario con amagues mágicos.
En un sitio
o en el otro; nada tiene solución. Esa es la mejor parte
Casi todo lo
que hacen, lo hacen por miedo.
Pero dicen
que es por amor.
Adentro, la
vida turista se queda siempre en el mismo sitio, simulando movimiento incesante
a través de muy rentables recorridos.
Por fuera,
nada tiene nombre, el movimiento no lo necesita.
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