El credo sagrado de la propiedad privada está asistido por
varias paradojas.
"Si la propiedad privada no existiera, no te faltaría
nada"
Pero el sentido común se resiste con furia a tan solo
imaginar la idea. Es pura neurosis. Nadie lograr imaginar nada por fuera del
régimen propietario, por lo que la sola idea de la desaparición de la propiedad
privada termina siendo la fantasía de que lo que les pertenece pasaría a otras
manos. Y eso sería verse desintegrado, escarnecido, vilipendiado, afantasmado
(afán taimado).
La fantasía de la identidad personal parece haber sido
bastante efectiva para gobernar a la gente.
Hay otras derivas a raíz de estas cuestiones.
Cada vez más necesario para preservar la propiedad privada e
intentar su improbable incremento ha ido siendo endeudarse. Es decir: someterse
a un proceso paulatino de expropiación.
La gente solo quiere endeudarse, si es que aún no ha caído
en los márgenes de un mapa que no hace más que encogerse. Y no tiene otra
alternativa que endeudarse si es que ya se ha caído. En el primer caso los
pagos comienzan reclamándose de manera amable, en el segundo, con un calibre más
grueso y expeditivo, sin diplomacia previa.
Sera por eso que es tan frecuente el sueño húmedo de
convertirse en prestamista. (estar en la cúpula, en la cima; es esencialmente
ser prestamista. Los viajes, las posesiones, la ostentación, el reconocimiento
social son sólo ornamentos, aunque eso sea lo que creen desear los más
abotagados. La clave es ser prestamista, lo demás viene por añadidura y no es
más que un señuelo cazabobos)
Ser usurero es arduo y gris. No importa. Se sueñan igual los
ornamentos.
Para tener una financiera es necesario ser amigo de un narco
o de un chacarero (ambos son muy similares en sus procedimientos, es casi lo
mismo). Muy poca gente conoce a alguno. No importa. Se sueña igual.
Para fundar un banco la mayoría no tiene recursos. No
importa. Se sueña igual.
No puede ser otra cosa que un fascista quien padece aquella
neurosis o quien sueña su ambición de acumular y someter alucinando poder
llegar así a la virtud moral, mientras despotrica por ser sometido blandiendo
la bandera de la moral.
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