"Cayó donde cayó como cae un dado.
Aleatoriamente ahí, azar de tiempo y espacio.
Cuando ya tuvo conciencia, es decir, la ilusión de ser algo con autonomía,
hacia bastante ya que las cosas habían comenzado a hacer su trabajo.
El día que esa cosquilla en las tripas, el presagio de su
desborde y su exceso desperezándose, comenzaran a sobresaltar su cuerpo, ya
estaría todo dispuesto para entenderlo inadecuadamente.
Ya lista la celada, la palabra que estaría esperando para
capturar al cosquilleo y al presagio y meterse con ellos en la confusión.
La palabra confusa, madre de la confusión de todas las palabras.
Casi nada propio en la propia expresión
Deseo no es más que una parafernalia de piezas encastradas de alguna de las
infinitas maneras que admite ese rompecabezas insólito. Para darle un nombre,
es decir, una orden y un orden a la cosquilla de las tripas, al presagio, para
usar de combustible el exceso, secuestrado detrás del vacío imposible.
Máquina desaforada
prisionera en la celda del vacío.
Lo que excede no es lo que falta.
No es verdad el vacío.
Ni es propia la maquina
Sus inauditas, indefinibles relaciones de movimiento y reposo,
las de su cuerpo, coincidirán con ese mecanismo con una probabilidad que tiende
a cero.
El Deseo, eso que cree ser, eso que da forma a su identidad
es un artefacto hecho con sus propias cosquillas, con su presagio, pero bajo
los designios del tiempo y del sitio donde cayó, como cae un dado. ... ¿De
quién estoy hablando?"
"¡De mí"!, gritó la voz de alguien.
"¡De vos"!, replicó otra voz…
“Ya nada ni nadie puede tomarme demasiado en serio”, murmuró melancólica la Esfinge, ya sin ánimo de arrojarse al vacío
No hay comentarios:
Publicar un comentario