lunes, 27 de abril de 2020

IMPOSTOR



“…cualquier cosa debe transformarse en una aceitada maquinaria de generar ingresos. También así funciona la industria del espectáculo que  encontró en ese sujeto a la figura adecuada, dispuesta a todo para lograr el personaje perfecto. La multitud de espectadores cayó a sus pies. Porque fue el mejor actor para ese papel. No era un actor más haciendo de vampiro. Era un vampiro. ¿Cuál fue  el secreto?...El mejor actor se había creído su propio personaje a fuerza de repetir la performance de un vampiro. Dormía en un féretro, no veía  la luz del día. Siguió  haciéndolo, olvidado y solo, cuando los vampiros  aburrieron al público, cuando otros horrores hicieron ya imposible el candor de asustarse con esa clase de cosas. Nunca nadie sabrá si continuó reiterando como un autómata absurdo, sin que nadie ya se percatara de él, los hábitos de su vida espectral por haber enloquecido o para convencerse de que había enloquecido porque hubiera sido peor decirse a sí mismo de una buena vez frente a  su espejo  que solo había sido usado hasta que ya no le sirvió a nadie, que  nunca había sido Drácula… ”
                                                                  Mark Silverstein – Los Monstruos Rentables
                                                                                     

Es mi cuerpo. Eso es todo.

Era el hartazgo del encierro en la impostura.
Aferrarme a victorias de semblante dudoso, que bien pudieron haber sido derrotas patéticas, el efecto de lamentables y cobardes capitulaciones.

Aún así  exhibí todo el tiempo las medallas y condecoraciones. Se narran las proezas, en una compulsa de estúpidos, vengando las envidias. Funciona como un anestésico provisorio.

Pero más temprano que tarde el cuerpo y su hartazgo.

Harto. Cuando apagué la computadora y salí de mi despacho.

Harto. Cuando le devolví la mirada cómplice a  la minita nueva y una sonrisa apenas insinuada en la comisura de los labios. Tal vez crea que  no me doy cuenta que solo quiere jugar en primera. Tiene con qué, las demás lo saben y la odian. Harían lo mismo, si pudieran. Sus méritos éticos no son otra cosa que no poder. Y se revalidan comentando sobre la "putita esa" por lo bajo.

Harto. Cuando agradezco la obsecuencia de los dos o tres de siempre.

Harto. Cuando bajo en el ascensor inteligente, siniestro.

Nací en el lugar en el que el azar me puso. El hándicap no me lo conseguí yo, pero aproveché la ventaja para abrirme paso a los codazos, y sí fue mía la buena puntería para acertar con las cabezas que podían convertirse en buenos peldaños.

Y ahora el cuerpo tirado ahí, en la vereda de la empresa, a unos pocos metros de la entrada, con el flaco que venía en la moto, que no vio lo que tenía por delante, en una crisis de nervios y dos mujeres que intentan calmarlo.

Fuera del tiempo de todas las mutaciones quedan las indefinidas mutaciones que solo ese cuerpo hubiera podido.

Los tipos que llegaron en la ambulancia no están intentando recuperar un cuerpo, están tratando de salvar a un  impostor.

Impostor engendrándose a sí mismo, creyéndose sí mismo doblegado por su propio engaño.

El impostor que nunca sobreviviría en el Desierto, clamando por su rescate: tener un sexo y un nombre que pronuncian el sexo y los nombres de los otros impostores a cambio de ser salvado de la invisibilidad. El juego circular intercambiando reconocimientos engendra  deudas y culpas.

La veneración sumisa del álbum de las fotos de la Gran Familia Universal donde todos exhiben el orgullo de haber sido salvados del vacío por amor. El ansia de formar parte. El castigo del régimen político totalitario de la Felicidad Autorizada frente a cualquier forma de excentricidad es impiadoso.

Ser capaz de  mentir, de traicionar, de matar, de enloquecer; con tal de ser admitido.

La expulsión del reino, siempre inminente, mantiene la disciplina del conjunto.

La fascinación narcicística frente al espejo no es más que terror, desesperación.

Las identificaciones son obligatorias, rígidas…y por eso, son imposibles.

Nunca es suficiente ningún rito de afirmación; nada es para siempre, todo muta. Las fotos se 
difuminan, el tiempo las contradice y termina borrándolas.

El único recurso que al final resta es el intercambio de mentiras piadosas… y aniquilar a quienes se harten y pongan a la impostura general en evidencia.

El deseo del cuerpo de salir de ese infierno toma la forma de reincidentes fantasmas. Claro. Terminarán llamando amor a todo lo que renueve la fe y facilite por un rato  el olvido del odio que les provocó el desengaño ante cada salida falsa  del estúpido laberinto que es cada uno para los otros. Un absurdo laberinto de espejos en medio del Desierto.



Uno de los médicos le dijo a Victoria en voz baja:

_Creo que ya volvió en sí, probá decirle algo…
_ Ignacio…Nacho…soy Victoria

El médico le puso una mano en el hombro
__ Hola Ignacio, nos asustaste, ¿eh?, vas a estar bien. Sufriste una hipoglucemia… _ dijo uno de los médicos

Él apenas balbuceaba
_ …el accidente…¿la moto?...

El médico procuró una aclaración
_ No te preocupes Victoria, recién está volviendo en sí, puede tener algún estado de confusión leve; va a estar todo bien. Te dejo con él. Vos hablale sin mucha insistencia, si lo notás cansado dejalo dormir, cualquier cosa nos avisás…_ aclaró mientras dejaba la habitación.

Victoria se acercó un poco más al borde de la cama y le acarició la frente
_ ¿Cómo te sentís , amor?...hablé con Agustín, tu empleado, me contó que cuando saliste de tu despacho estabas muy pálido, caminaste unos metros, dijiste algo que no te entendieron y te caíste redondo ahí nomás, enseguida llamaron a la urgencia…¡qué alivio amor, me asusté mucho! _ dijo con una sonrisa lacrimosa _ pero bueno, ya vas a estar bien, ya pronto nos volvemos a casa…la dejé a Mica con mi mamá…

Ignacio sintió que el alivio que sentía Victoria no era por él.

Ella sacó el celular de su bolso
_ Vamos a sacarnos una foto los dos, para dejar tranquilos a todos, que vean que está todo en orden _ dijo mientras ponía su cara junto a la de él y hacía foco con la cámara del teléfono. Solo ella sonreía.

Todo estaba en orden, claro que sí.

Que todos supieran que ella no había perdido su lugar en el podio.

Que todos tuvieran la oportunidad de mostrar su alegría con pulgares arriba y comentarios reconfortantes.

_ Victoria, sería conveniente que Ignacio  duerma _ sugirió con voz suave una enfermera desde la puerta.

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