lunes, 4 de noviembre de 2019

ALGUNA COSA PARA GANAR TIEMPO





La última oportunidad de contarlo bien.

Cada oportunidad siempre es la última pero a menudo me comporto como si fuese la primera.

Un deseo que dolía me recordó que no soy inmortal ni todopoderoso.

Quería ser el narrado, pero me tocaba ser el que lo contara.

Entonces será que quería compensarlo inventándome  alguna épica (barata, lo sé; pero sé cómo engañarme haciendo  como que no). Sería un héroe si lograba poner sobre la  mesa, al lado del café, todos y cada uno de mis prejuicios, mirarlos sin piedad y contarlos evitando  intrusos retóricos y otros escondites por el estilo. 

Lo  que deseaba  no lo decía porque era demasiado precioso como para decirlo así nomás.

Mentira. No lo decía porque no sé.

Si lo escribo, es mentira. Parece una maldición.

Para  una vida que sea como saber bailar o mover el cuerpo, hace falta no ser demasiado consciente, y para narrarla hace falta una consciencia excesiva.

Qué estúpidamente suele comportarse el Universo a veces.

No lo quiero arruinar. Empiezo.

Podría referirme a ellos dos con cierta elegancia o, digamos, cierta corrección política. Referirme a él como un hombre entrado en años, algún paraje entre los sesenta y pico y setenta  que etc. etc. y a ella como una chica de unos veinte y pico que etc. etc..
No.
El viejo y la pendeja y ya. Viejo y pendeja fue lo primero que me dije a mí mismo.

Los vi cuando entré al bar, sin prestarles demasiada atención. 
Fui consciente de ellos cuando me ubiqué en una mesa situada de manera contigua a la que ocupaban, que estaba sobre la ventana que daba a la ochava, la mía sobre la ventana que seguía, y verlos mejor significó ya no poder dejar de mirarlos.
Aún así, debía dejar de mirarlos para… bueno; para no ponerme en evidencia.

Saqué el libro que llevaba en mi bolso, para no leerlo.

El viejo tenía un porte muy elegante; la pendeja, todo el aspecto de las chicas que hacen malabares en los semáforos. Él, una mirada serena, despierta, como la de un baqueano de su terreno vital recorrido. Ella, una gestualidad un tanto border.

Todo el ruido mental   que rumié mientras los veía es de una canallada que, me consuelo pensando, no es mía sino del parloteo que resuena en mi cabeza; todas las miserias sobre terceras personas que uno le ha escuchado comentar en cualquier  barrio a la gente de bien , sin demasiada vida propia como suele ser; o en reuniones familiares o de amigotes, con sujetos de similar calaña;   que en grupo, charla y comenta cosas de los demás, escandalizándose, burlándose, y deseando profundamente que sean ciertas aunque no lo sean para sentirse un poco menos desgraciados. No creo que todo eso derive necesariamente en el Infierno, pero tengo ganas de estar seguro de que el Infierno es su emanación. Me consuelo pensandoló, creyendo que lo mío es pura influencia y suspicacia inducida, pero efectivamente soy yo otro cretino más.

Si empiezo por la conjetura que tuve más a mano; fue lo de suponerlos parientes (quizás nieta y abuelo, tal vez tío y sobrina). Podría tratarse del abuelo/tío piola que banca a la nieta/sobrina que decidió convertirse en la oveja negra de una familia que aun así, está dispuesta a conservarle una cama caliente para cuando se canse de su berrinche hippie.
Esa suposición no duró demasiado. Ni las hilachas de sus  zapatillas ni esos puntos corridos en las calzas  debajo del  pantaloncito corto de jean ajustado, eran de diseño. No, no parecía ser el caso de una equilibrista con red debajo.

Iban a al almorzar. La moza se acercó a tomarles el pedido; les propuso el menú del día, y el viejo  con un gesto le indicó a la pendeja que ella eligiera. Ella vacilaba, lo miraba de reojo al viejo, el viejo asentía  con la actitud de: “me da lo mismo, elegí vos”; y la moza anotaba.

Mientras tanto mi pensamiento comenzaba a fermentar y ya estaba descartando la teoría del parentesco para ir reemplazándola por  la del viejo pagando por “compañía”.

Un amigo algo cínico suele  repetir que el  amor de un modo u otro termina siendo un fenómeno de mercado más, igual que muchas otras cuestiones y yo jugando a ser más cínico que él redoblo la apuesta y le digo que  “mercado” es lo único realmente tangible dentro de lo que acaba de decir.

El almuerzo de ellos dos duró dos cafés míos. El viejo casi no comió, la pendeja comió todo lo suyo más el postre que dejó el viejo. El viejo parecía preferir hablar. La pendeja se mostraba interesada en escucharlo y cada tanto dejaba de comer y acotaba alguna cosa. Por momentos la charla parecía divertida, ella hasta se reía de a ratos y en esas ocasiones él evidenciaba con su expresión la satisfacción de quien logra algún efecto en quien lo escucha. Cuando terminaron de comer el viejo con la mirada perdida en el centro de los platos vacíos adquirió una actitud algo más dramática, una matiz melancólico indisimulable, casi como de confesión mientras la pendeja se había inclinado hacia él como quien contiene a alguien angustiado con  oído atento y acogedor. El viejo hablaba. Ella escuchaba y asentía.

Hubo un silencio. El viejo se quedó callado, jugueteando con la cucharita del postre, y una mirada triste. Ella algo le dijo, él asintió y le devolvió una sonrisa desganada, ella se levantó de su silla, se inclinó, lo abrazó, le besó la mejilla, tomó su mochila de la silla contigua y se alejó rumbo a la salida.

Un impulso me llevó a decidir seguirla.

La pendeja, ya en la vereda, se dirigió hacia una bicicleta que estaba encadenada al poste de una señal de tránsito. Eso me dio tiempo a pagar mis cafés y entretanto controlaba de reojo sus movimientos.

Para salir del bar pasé al lado de la mesa donde había quedado el viejo sentado. Me miró al pasar junto a él y me pareció que  insinuaba una mirada cómplice.

Una vez en la calle, mientras me apartaba unos metros en dirección opuesta a la de la pendeja, me dí cuenta que a pié sería imposible seguirla, pero ella en lugar de subirse a su bicicleta eligió llevársela caminando. Dejé que se alejara un poco y comencé a ir tras sus pasos. Yo  no sabía muy bien qué estaba haciendo, ni hasta dónde la seguiría.

En algún momento la perdí entre un grupo de gente que estaba esperando el colectivo en una esquina. Apuré el paso porque dejé de divisarla.

Cuando salí del tumulto, al borde del cordón para cruzar estaba ella con su bicicleta. Me sobresaltó verla de golpe a mi lado.
Me miró a los ojos con dos puñales marrones claros que me hicieron sentir un cretino y me helaron el centro del pecho.

_ ¿Vos me estás siguiendo flaco? _ dijo con una voz que tenía más seguridad de la que me había imaginado que podría tener.

Quedé mudo, paralizado. No atiné a decir nada.

_ Ya te ví en el bar…no parabas de mirarme. ¿Te llamaba la atención que estuviera con el viejo, no?
Algo en mí respondió lo que yo nunca hubiera respondido
_ …y sí…
_ No sos el primero _ dijo con una sonrisa desganada mientras, por fin, dejaba de mirarme fijo a los ojos y de reojo se fijaba en el semáforo. Todavía estaba en rojo. Volvió a mirarme. A los ojos. Fijamente. Con serenidad. Me sentí un idiota. Intenté romper ese silencio insoportable.

_ En realidad, me llamaste la atención…vos y el viejo…yo escribo cosas

Me atravesó con una mirada de rayos x perfeccionada con la  información que yo le acababa de proporcionar y pareció bastarle para saber que tenía frente a sí a un boludito inofensivo. Su gesto cambió. Se le dibujó una sutil media sonrisa entre sarcástica y  perdonavidas. Cuando se convirtió en una sonrisa completa y le brillaron los ojos el resultado fue demoledor. Habló

_ Ah, mirá vos. Sos de los míos…
_ ¿Vos también escribís?
_ A veces, también pinto...y saco fotos…

Me volvió a mirar a los ojos. EL poder estaba de su lado. Volvió a hablar

_ Charlemos un rato che, ¿querés?
_ Dale _ contesté, o mejor dicho, algo contestó por mí.
_ Bancame que encadene la bici en esa columna y entramos a ese bar que está ahí, parece piola.

Una vez sentados pedimos un café. Me volvió a mirar a los ojos sonriendo, y eso me obligaba a hablar

_ Aparte del arte, ¿qué onda?, ¿laburás de alguna cosa? _ pregunté mientras trataba de recuperar algo de aplomo y de tragar saliva sin que se diera cuenta _ digo, si es que no vivís del “arte”, lo cual estaría bueno, claro, pero…
_  Sí, ya sé. Vas a decir que es complicado y bla…Nunca me interesaría vivir del arte.  Nunca sé si la semana que viene voy a tener ganas de escribir algo, de terminar lo que estoy pintando o de salir con mi cámara por ahí. Prefiero no comprometerme…
_ Claro _ dije algo sorprendido _ nunca lo había pensado así. ..pero por otra parte sería laburar de algo que a uno le gusta , ¿no?
_ Mi trabajo cada tanto me gusta, depende la  situación _ los silencios que hacía entre cada cosa que decía se me volvían interminables, sobre todo por ese descaro en mirarme fijo que ya le estaba envidiando _ siempre me gustó mucho garchar_ culminó con naturalidad mientras le echaba azúcar al café que acababan de traer.

Cross a la mandíbula. Me temblaron las rodillas.

_ No, con el viejo no garchamos, antes que me preguntes… él solo quiere un rato de compañía. Charlar…Le tengo cariño al viejo. Y siempre me paga más de lo que cobro…¿y vos qué onda?,¿laburás de “escritor”? _ dijo con cierto tono burlón
_ No, no laburo de escritor…tampoco soy escritor…me gusta escribir cosas, nada más…
_ ¿Y de qué laburás?
_ De lo mismo que casi todos…
_ ¿De qué’
_ De lo que no me gusta…
_ Te hacés el misterioso. Pero bueno _ dijo ella con un tono de no tener demasiado interés en seguir indagándome.
_ A vos por suerte, “cada tanto” te gusta tu trabajo…_ acoté para intentar estimularla a hablar
_ Me estás “pusheando”… querés que te cuente…¿soy tu inspiración en este momento?, ¿querés escribir algo re “border" sobre una puta, no?...¡qué grosso que sos! _ dijo burlonamente. 

Nuevamente me miró fijo a los ojos y algo me hizo sentir que mi vida entera era algo parecido a una vida de juguete, por decirlo de algún modo.

El mozo trajo el café.

_ Está bien, disculpá, ¡jaja!. Yo en tu lugar a lo mejor tendría la misma curiosidad. Los chabones son así, medio pelotudos…y las personas que creen en el arte son enteramente pelotudas, como yo, ¡jajaja! _ redondeó.
Creí notar que se había dado cuenta que me había hecho sentir algo incómodo y quería compensar un poco.

Intenté de recuperar un poco de terreno y ponerme a la altura del cinismo que ella ponía en juego.

_ Absolutamente pelotudos, claro. Boluditos de la luna…
_¡Esa! _ me recompensó
_ ¿Y cuál es tu estilo de pelotuda? _ agregué envalentonado
_ Lo que más me gusta es la fotografía.  Después la pintura y por último la escritura…en ese orden. Todo lo hago para mí, ya te dije. No quiero vivir de eso, simplemente hacerlo…
_ ¿Y qué tipo de fotos hacés?
_ Lugares deshabitados, calles desiertas. Me encantan esos domingos de invierno nublados, cuando la gente se queda a vegetar adentro en lugar de salir a vegetar por los parques; salgo por ahí y siempre encuentro algo interesante…también me gusta sacarme fotos a mí misma desnuda y subirlas a comunidades porno en internet…me divierte mucho leer los comentarios que postean los pajeros…aparte cada tanto consigo algún cliente, pero no es principalmente por eso por lo que las subo…

Algo en ella me estaba haciendo sentir cierta envidia. Poder vivir perfectamente sin un porqué, quizás su desfachatez . Pero en todos los casos no era más que una impresión provisoria. Quería saber más y tenía que encontrar el modo de que me lo dijera. Quería encontrarle algún lado flaco a la fascinación que ella me infundía, antes de quedar definitivamente fuera de combate.

_ ¿Y cómo fue que llegaste a …?
_ ¿Puta?
_ Bueno, no sé..
_ Es lo que soy boludo… Dentro de lo que sé, es el modo que encontré de no hacer lo correcto sin joder a nadie ni tener que estar fingiendo toda mi vida...no soy de esas personas que quieren satisfacer expectativas ajenas. En el mundo ya hay demasiada gente pelotuda o cretina…por ejemplo podría hacerte creer que estoy enamoradisima de vos si veo que sos lo suficientemente salame como para creértelo y lo suficientemente solvente como para que me convenga. En un par de meses me tendrías instalada en tu departamento, me llevarías de viaje, y hasta me pagarías un curso de yoga o alguna gilada por el estilo como para que parezca que estoy haciendo algo…hasta que un día vas a querer cobrarmeló todo junto…yo estoy bastante buena, lo sé, y voy a utilizar ese “capital” mientras pueda sin hacerme pasar por otra cosa para conformar a mi familia…tengo ingresos más que suficientes y mucho tiempo libre para salir a sacar fotitos, pintar algo o quedarme panza arriba mirando el techo…
_ Eso no suena demasiado feminista…
_ ¿Tendría que serlo?
_ Y, no sé. Ahí veo un pañuelo verde en tu mochila…
_ ¡Ah, ja!. Eso es parte del atuendo que el viejo me pide que use.
_ Mirá vos. ¿Es así la cosa con el viejo?
_ Casi con todos. Es mi “especialización”. Me tocaron un par que me pidieron que juegue algún tipo de rol y a partir de ahí todos me recomiendan con otros que andan buscando lo mismo…
_ ¿Y el viejo te pidió que hagas de qué cosa…?
_ Pobre viejo…la hija de él es así…
_ ¿Así cómo?
_ El viejo la tuvo de grande. Cuando ella tenía quince la madre se fue a la mierda y el viejo quedó solo con la pendeja. Después la minita se fue de mochilera al Machu Pichu o no sé dónde carajo cuando cumplió veinte, una vez que ya había  cambiado tres veces de carrera porque tenía que “encontrarse a sí misma”…ahora está en Barcelona y hace como que vive de vender artesanías…en realidad vive de la guita que le transfiere “papi”. Yo le digo a Aníbal …el viejo se llama Aníbal, yo le digo que la mande a la mierda , que deje que se las arregle sola, que ya es una boludita grande…pero claro, ella es lo único que tiene y la extraña…entonces el viejo se consuela charlando conmigo y se imagina un poco que yo soy la hija si voy vestida así, disfrazada de nena hippie… hippie con cama caliente y alma bella defensora de la “libertad” y de “causa nobles”…estoy segura que usa pañuelo verde y no entiende muy bien porqué lo usa y está a favor de la ecología y hasta debe ser vegana…pelotuda de mierda. Cuando el viejo cague fuego seguro que la pendeja boluda se saca selfies llorando y las sube a las redes para que vean qué sensible que es…

Sentí algo de alivio. El que se siente cuando alguien muestra  cierta debilidad parecida a la nuestra. Ella era capaz de sentir enojo, detrás de su descaro y su actitud despreocupada. Intenté indagar, ahora que me sentía un poco más “empoderado”

_ O sea que vos con la causa feminista no tenés mucha onda…
_ No te dije eso, a mí también me gusta Monique Wittig y toda la bola…solo que me molesta la impostura… si  querés me meto en la escuela de Policía. Ahora, para que las minas seamos iguales que los chabones cosas como esa están muy bien vistas, aparte es una salida laboral segura. Después salgo a la calle a perseguir a las putas autónomas como yo y paso por los prostíbulos encubiertos a cobrar las coimas de mi seccional para que sigan explotando a las putas que no eligieron ser putas _ miró por la ventana hacia la calle , volvió a mirarme y siguió _ …o si preferís, me pongo un pañuelo verde en la muñeca y te digo " que sea ley", escribo en una pared “si duele no es amor”, o te digo entre mohines que “la  maternidad será deseada o no será", y cuando me aburra de todo eso trato  de buscarme algún pelotudo que crea en el amor, quedarme embarazada cuanto antes y no tener  ni la más puta idea de por qué carajo deseo lo que me creo que deseo…

Todas las acotaciones que se me iba ocurriendo hacerle desde mi corrección política me hacían sentir un idiota antes de pronunciarlas. Cuando construís tu discurso con un  like” como aspiración casi excluyente en lugar de ponerle el cuerpo, mejor es el decoroso silencio, por una mera cuestión de estética cósmica 

Debo haber quedado algo estupefacto mirándola. Ella parecía satisfecha de haber podido decirme todo eso, de notar que había tenido sobre mí algún efecto

_ ¿Y?...¿vas a escribir algo sobre mí? _ rió, como para distender la situación
_ Supongo que me será inevitable…_ dije por decir algo

Sentí que la había conmovido diciéndole eso. Y que intentó disimularlo.

_  Me tengo que ir. Me toca cambiar de disfraz en un rato, y tengo que pasar a devolver la bicicleta, me la prestaron…
_ ¿De qué tenés que “actuar” ahora?
_ Algo parecido a una evangelista…
_ ¿Qué clase de tipo es el que te pide eso? _ acoté con una carcajada
_ Es una mina, todavía no la conozco bien, estuvimos un par de veces nomás, ya le voy a sacar el rollo…

Pagamos el café y salimos a la calle.

_ Te dejo, estuvo buena la charla _ dijo.

Se me acercó y me besó en la boca metiéndome la lengua mientras disimuladamente me tocaba el culo. Se apartó de mí y soltó una encantadora y breve carcajada  mientras iba hacia donde había dejado la bicicleta. No parecía tener la intención de que mantuviéramos algún tipo de contacto más allá de esa tarde, por lo que preferí no sugerirle que intercambiáramos nuestros nombres o  nos pasáramos los números de teléfono. Con la bicicleta ya desencadenada y llevandolá como antes, caminando, se acercó al cordón para esperar que el semáforo la dejara cruzar.

_ Chau loco _ me dijo mirando hacia mí. Se dio vuelta  y cruzó la calle.

De todas las fichas que te pueden caer, siempre hay alguna que puede acabar con todo.

Si digo que la deseé a ella, en realidad deseé ser ella. Si digo que deseé ser ella, en realidad deseé ser yo. Si digo que deseé ser yo, en realidad deseé ser otro. Y ya escribí demasiadas veces la palabra realidad: la menos adecuada en este caso. 

Si lo escribo, es mentira. 

No hay caso.

Siempre hay un mejor modo de contarlo y no siento que haya sido este.

Tendría que haber escrito sobre ella. Y sobre ella no logré decir nada. Solo escribí sobre mí, y quizás tampoco logré decir nada…tan solo escribí esperando algún “like” por parte de alguien, o “algo”,  no hay  nada que hable de su cuerpo ni del mío.

Acá lo dejo.

De todos modos ahora ya tengo más espacio que antes para seguir buscando el mejor modo de contar las cosas.

Ella tenía razón. Ya logré varios clientes, mis ingresos son más sustanciosos y hasta me llevo muy bien con un par. Finalmente lo más importante: tengo  mucho más tiempo libre para la próxima última  oportunidad de contarlo bien.






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