La última oportunidad de contarlo bien.
Cada oportunidad siempre es la última pero a menudo me
comporto como si fuese la primera.
Un deseo que dolía me recordó que no soy inmortal ni
todopoderoso.
Quería ser el narrado, pero me tocaba ser el que lo
contara.
Entonces será que quería compensarlo inventándome alguna épica (barata, lo sé; pero sé cómo
engañarme haciendo como que no). Sería
un héroe si lograba poner sobre la mesa,
al lado del café, todos y cada uno de mis prejuicios, mirarlos sin piedad y
contarlos evitando intrusos retóricos y
otros escondites por el estilo.
Lo que
deseaba no lo decía porque era demasiado
precioso como para decirlo así nomás.
Mentira. No lo decía porque no sé.
Si lo escribo, es mentira. Parece una maldición.
Para una vida que
sea como saber bailar o mover el cuerpo, hace falta no ser demasiado
consciente, y para narrarla hace falta una consciencia excesiva.
Qué estúpidamente suele comportarse el Universo a veces.
No lo quiero arruinar. Empiezo.
Podría referirme a ellos dos con cierta elegancia o,
digamos, cierta corrección política. Referirme a él como un hombre entrado en
años, algún paraje entre los sesenta y pico y setenta que etc. etc. y a ella como una chica de unos
veinte y pico que etc. etc..
No.
El viejo y la pendeja y ya. Viejo y pendeja fue lo
primero que me dije a mí mismo.
Los vi cuando entré al bar, sin prestarles demasiada
atención.
Fui consciente de ellos cuando me ubiqué en una mesa situada de manera contigua a la que ocupaban, que estaba sobre la ventana que
daba a la ochava, la mía sobre la ventana que seguía, y verlos mejor significó
ya no poder dejar de mirarlos.
Aún así, debía dejar de mirarlos para… bueno; para no
ponerme en evidencia.
Saqué el libro que llevaba en mi bolso, para no leerlo.
El viejo tenía un porte muy elegante; la pendeja, todo el
aspecto de las chicas que hacen malabares en los semáforos. Él, una mirada
serena, despierta, como la de un baqueano de su terreno vital recorrido. Ella,
una gestualidad un tanto border.
Todo el ruido mental que rumié mientras los veía es de una
canallada que, me consuelo pensando, no es mía sino del parloteo que resuena en
mi cabeza; todas las miserias sobre terceras personas que uno le ha escuchado
comentar en cualquier barrio a la gente
de bien , sin demasiada vida propia como suele ser; o en reuniones familiares o
de amigotes, con sujetos de similar calaña;
que en grupo, charla y comenta cosas de los demás, escandalizándose,
burlándose, y deseando profundamente que sean ciertas aunque no lo sean para
sentirse un poco menos desgraciados. No creo que todo eso derive necesariamente
en el Infierno, pero tengo ganas de estar seguro de que el Infierno es su
emanación. Me consuelo pensandoló, creyendo que lo mío es pura influencia y
suspicacia inducida, pero efectivamente soy yo otro cretino más.
Si empiezo por la conjetura que tuve más a mano; fue lo
de suponerlos parientes (quizás nieta y abuelo, tal vez tío y sobrina). Podría
tratarse del abuelo/tío piola que banca a la nieta/sobrina que decidió
convertirse en la oveja negra de una familia que aun así, está dispuesta a
conservarle una cama caliente para cuando se canse de su berrinche hippie.
Esa suposición no duró demasiado. Ni las hilachas de
sus zapatillas ni esos puntos corridos
en las calzas debajo del pantaloncito corto de jean ajustado, eran de
diseño. No, no parecía ser el caso de una equilibrista con red debajo.
Iban a al almorzar. La moza se acercó a tomarles el
pedido; les propuso el menú del día, y el viejo
con un gesto le indicó a la pendeja que ella eligiera. Ella vacilaba, lo
miraba de reojo al viejo, el viejo asentía
con la actitud de: “me da lo
mismo, elegí vos”; y la moza anotaba.
Mientras tanto mi pensamiento comenzaba a fermentar y ya
estaba descartando la teoría del parentesco para ir reemplazándola por la del viejo pagando por “compañía”.
Un amigo algo cínico suele repetir que el amor de un modo u otro termina siendo un
fenómeno de mercado más, igual que muchas otras cuestiones y yo jugando a ser
más cínico que él redoblo la apuesta y le digo que “mercado” es lo único realmente tangible
dentro de lo que acaba de decir.
El almuerzo de ellos dos duró dos cafés míos. El viejo
casi no comió, la pendeja comió todo lo suyo más el postre que dejó el viejo.
El viejo parecía preferir hablar. La pendeja se mostraba interesada en
escucharlo y cada tanto dejaba de comer y acotaba alguna cosa. Por momentos la
charla parecía divertida, ella hasta se reía de a ratos y en esas ocasiones él evidenciaba
con su expresión la satisfacción de quien logra algún efecto en quien lo
escucha. Cuando terminaron de comer el viejo con la mirada perdida en el centro
de los platos vacíos adquirió una actitud algo más dramática, una matiz
melancólico indisimulable, casi como de confesión mientras la pendeja se había
inclinado hacia él como quien contiene a alguien angustiado con oído atento y acogedor. El viejo hablaba. Ella
escuchaba y asentía.
Hubo un silencio. El viejo se quedó callado, jugueteando
con la cucharita del postre, y una mirada triste. Ella algo le dijo, él asintió
y le devolvió una sonrisa desganada, ella se levantó de su silla, se inclinó,
lo abrazó, le besó la mejilla, tomó su mochila de la silla contigua y se alejó
rumbo a la salida.
Un impulso me llevó a decidir seguirla.
La pendeja, ya en la vereda, se dirigió hacia una
bicicleta que estaba encadenada al poste de una señal de tránsito. Eso me dio
tiempo a pagar mis cafés y entretanto controlaba de reojo sus movimientos.
Para salir del bar pasé al lado de la mesa donde había
quedado el viejo sentado. Me miró al pasar junto a él y me pareció que insinuaba una mirada cómplice.
Una vez en la calle, mientras me apartaba unos metros en
dirección opuesta a la de la pendeja, me dí cuenta que a pié sería imposible
seguirla, pero ella en lugar de subirse a su bicicleta eligió llevársela
caminando. Dejé que se alejara un poco y comencé a ir tras sus pasos. Yo no sabía muy bien qué estaba haciendo, ni
hasta dónde la seguiría.
En algún momento la perdí entre un grupo de gente que
estaba esperando el colectivo en una esquina. Apuré el paso porque dejé de
divisarla.
Cuando salí del tumulto, al borde del cordón para cruzar
estaba ella con su bicicleta. Me sobresaltó verla de golpe a mi lado.
Me miró a los ojos con dos puñales marrones claros que me
hicieron sentir un cretino y me helaron el centro del pecho.
_ ¿Vos me estás siguiendo flaco? _ dijo con una voz que
tenía más seguridad de la que me había imaginado que podría tener.
Quedé mudo, paralizado. No atiné a decir nada.
_ Ya te ví en el bar…no parabas de mirarme. ¿Te llamaba
la atención que estuviera con el viejo, no?
Algo en mí respondió lo que yo nunca hubiera respondido
_ …y sí…
_ No sos el primero _ dijo con una sonrisa desganada
mientras, por fin, dejaba de mirarme fijo a los ojos y de reojo se fijaba en el
semáforo. Todavía estaba en rojo. Volvió a mirarme. A los ojos. Fijamente. Con
serenidad. Me sentí un idiota. Intenté romper ese silencio insoportable.
_ En realidad, me llamaste la atención…vos y el viejo…yo
escribo cosas
Me atravesó con una mirada de rayos x perfeccionada con
la información que yo le acababa de
proporcionar y pareció bastarle para saber que tenía frente a sí a un boludito
inofensivo. Su gesto cambió. Se le dibujó una sutil media sonrisa entre
sarcástica y perdonavidas. Cuando se
convirtió en una sonrisa completa y le brillaron los ojos el resultado fue
demoledor. Habló
_ Ah, mirá vos. Sos de los míos…
_ ¿Vos también escribís?
_ A veces, también pinto...y saco fotos…
Me volvió a mirar a los ojos. EL poder estaba de su lado.
Volvió a hablar
_ Charlemos un rato che, ¿querés?
_ Dale _ contesté, o mejor dicho, algo contestó por mí.
_ Bancame que encadene la bici en esa columna y entramos
a ese bar que está ahí, parece piola.
Una vez sentados pedimos un café. Me volvió a mirar a los
ojos sonriendo, y eso me obligaba a hablar
_ Aparte del arte, ¿qué onda?, ¿laburás de alguna cosa? _
pregunté mientras trataba de recuperar algo de aplomo y de tragar saliva sin
que se diera cuenta _ digo, si es que no vivís del “arte”, lo cual estaría
bueno, claro, pero…
_ Sí, ya sé. Vas a
decir que es complicado y bla…Nunca me interesaría vivir del arte. Nunca sé si la semana que viene voy a tener
ganas de escribir algo, de terminar lo que estoy pintando o de salir con mi
cámara por ahí. Prefiero no comprometerme…
_ Claro _ dije algo sorprendido _ nunca lo había pensado
así. ..pero por otra parte sería laburar de algo que a uno le gusta , ¿no?
_ Mi trabajo cada tanto me gusta, depende la situación _ los silencios que hacía entre
cada cosa que decía se me volvían interminables, sobre todo por ese descaro en
mirarme fijo que ya le estaba envidiando _ siempre me gustó mucho garchar_
culminó con naturalidad mientras le echaba azúcar al café que acababan de traer.
Cross a la mandíbula. Me temblaron las rodillas.
_ No, con el viejo no garchamos, antes que me preguntes…
él solo quiere un rato de compañía. Charlar…Le tengo cariño al viejo. Y siempre
me paga más de lo que cobro…¿y vos qué onda?,¿laburás de “escritor”? _ dijo con
cierto tono burlón
_ No, no laburo de escritor…tampoco soy escritor…me gusta
escribir cosas, nada más…
_ ¿Y de qué laburás?
_ De lo mismo que casi todos…
_ ¿De qué’
_ De lo que no me gusta…
_ Te hacés el misterioso. Pero bueno _ dijo ella con un
tono de no tener demasiado interés en seguir indagándome.
_ A vos por suerte, “cada tanto” te gusta tu trabajo…_
acoté para intentar estimularla a hablar
_ Me estás “pusheando”… querés que te cuente…¿soy tu
inspiración en este momento?, ¿querés escribir algo re “border" sobre una puta,
no?...¡qué grosso que sos! _ dijo burlonamente.
Nuevamente me miró fijo a los ojos y algo me hizo sentir
que mi vida entera era algo parecido a una vida de juguete, por decirlo de
algún modo.
El mozo trajo el café.
_ Está bien, disculpá, ¡jaja!. Yo en tu lugar a lo mejor
tendría la misma curiosidad. Los chabones son así, medio pelotudos…y las
personas que creen en el arte son enteramente pelotudas, como yo, ¡jajaja! _
redondeó.
Creí notar que se había dado cuenta que me había hecho
sentir algo incómodo y quería compensar un poco.
Intenté de recuperar un poco de terreno y ponerme a la
altura del cinismo que ella ponía en juego.
_ Absolutamente pelotudos, claro. Boluditos de la luna…
_¡Esa! _ me recompensó
_ ¿Y cuál es tu estilo de pelotuda? _ agregué
envalentonado
_ Lo que más me gusta es la fotografía. Después la pintura y por último la
escritura…en ese orden. Todo lo hago para mí, ya te dije. No quiero vivir de
eso, simplemente hacerlo…
_ ¿Y qué tipo de fotos hacés?
_ Lugares deshabitados, calles desiertas. Me encantan
esos domingos de invierno nublados, cuando la gente se queda a vegetar adentro
en lugar de salir a vegetar por los parques; salgo por ahí y siempre encuentro
algo interesante…también me gusta sacarme fotos a mí misma desnuda y subirlas a
comunidades porno en internet…me divierte mucho leer los comentarios que
postean los pajeros…aparte cada tanto consigo algún cliente, pero no es
principalmente por eso por lo que las subo…
Algo en ella me estaba haciendo sentir cierta envidia.
Poder vivir perfectamente sin un porqué, quizás su desfachatez . Pero en todos
los casos no era más que una impresión provisoria. Quería saber más y tenía que
encontrar el modo de que me lo dijera. Quería encontrarle algún lado flaco a la
fascinación que ella me infundía, antes de quedar definitivamente fuera de
combate.
_ ¿Y cómo fue que llegaste a …?
_ ¿Puta?
_ Bueno, no sé..
_ Es lo que soy boludo… Dentro de lo que sé, es el modo
que encontré de no hacer lo correcto sin joder a nadie ni tener que estar
fingiendo toda mi vida...no soy de esas personas que quieren satisfacer
expectativas ajenas. En el mundo ya hay demasiada gente pelotuda o cretina…por
ejemplo podría hacerte creer que estoy enamoradisima de vos si veo que sos lo
suficientemente salame como para creértelo y lo suficientemente solvente como
para que me convenga. En un par de meses me tendrías instalada en tu
departamento, me llevarías de viaje, y hasta me pagarías un curso de yoga o
alguna gilada por el estilo como para que parezca que estoy haciendo algo…hasta
que un día vas a querer cobrarmeló todo junto…yo estoy bastante buena, lo sé, y
voy a utilizar ese “capital” mientras pueda sin hacerme pasar por otra cosa
para conformar a mi familia…tengo ingresos más que suficientes y mucho tiempo
libre para salir a sacar fotitos, pintar algo o quedarme panza arriba mirando
el techo…
_ Eso no suena demasiado feminista…
_ ¿Tendría que serlo?
_ Y, no sé. Ahí veo un pañuelo verde en tu mochila…
_ ¡Ah, ja!. Eso es parte del atuendo que el viejo me pide
que use.
_ Mirá vos. ¿Es así la cosa con el viejo?
_ Casi con todos. Es mi “especialización”. Me tocaron un
par que me pidieron que juegue algún tipo de rol y a partir de ahí todos me
recomiendan con otros que andan buscando lo mismo…
_ ¿Y el viejo te pidió que hagas de qué cosa…?
_ Pobre viejo…la hija de él es así…
_ ¿Así cómo?
_ El viejo la tuvo de grande. Cuando ella tenía quince la
madre se fue a la mierda y el viejo quedó solo con la pendeja. Después la
minita se fue de mochilera al Machu Pichu o no sé dónde carajo cuando cumplió
veinte, una vez que ya había cambiado
tres veces de carrera porque tenía que “encontrarse a sí misma”…ahora está en
Barcelona y hace como que vive de vender artesanías…en realidad vive de la guita
que le transfiere “papi”. Yo le digo a Aníbal …el viejo se llama Aníbal, yo le
digo que la mande a la mierda , que deje que se las arregle sola, que ya es una
boludita grande…pero claro, ella es lo único que tiene y la extraña…entonces el
viejo se consuela charlando conmigo y se imagina un poco que yo soy la hija si
voy vestida así, disfrazada de nena
hippie… hippie con cama caliente y alma bella defensora de la “libertad” y
de “causa nobles”…estoy segura que usa pañuelo verde y no entiende muy bien
porqué lo usa y está a favor de la ecología y hasta debe ser vegana…pelotuda de
mierda. Cuando el viejo cague fuego seguro que la pendeja boluda se saca
selfies llorando y las sube a las redes para que vean qué sensible que es…
Sentí algo de alivio. El que se siente cuando alguien
muestra cierta debilidad parecida a la
nuestra. Ella era capaz de sentir enojo, detrás de su descaro y su actitud
despreocupada. Intenté indagar, ahora que me sentía un poco más “empoderado”
_ O sea que vos con la causa feminista no tenés mucha
onda…
_ No te dije eso, a mí también me gusta Monique Wittig y
toda la bola…solo que me molesta la impostura… si querés me meto en la escuela de Policía.
Ahora, para que las minas seamos iguales que los chabones cosas como esa están
muy bien vistas, aparte es una salida laboral segura. Después salgo a la calle
a perseguir a las putas autónomas como yo y paso por los prostíbulos
encubiertos a cobrar las coimas de mi seccional para que sigan explotando a las
putas que no eligieron ser putas _ miró por la ventana hacia la calle , volvió
a mirarme y siguió _ …o si preferís, me pongo un pañuelo verde en la muñeca y
te digo " que sea ley",
escribo en una pared “si duele no es
amor”, o te digo entre mohines que “la maternidad será deseada o no será",
y cuando me aburra de todo eso trato de buscarme
algún pelotudo que crea en el amor, quedarme embarazada cuanto antes y no tener
ni la más puta idea de por qué carajo
deseo lo que me creo que deseo…
Todas las acotaciones que se me iba ocurriendo hacerle
desde mi corrección política me hacían sentir un idiota antes de pronunciarlas.
Cuando construís tu discurso con un “like” como aspiración casi excluyente en
lugar de ponerle el cuerpo, mejor es el decoroso silencio, por una mera
cuestión de estética cósmica
Debo haber quedado algo estupefacto mirándola. Ella
parecía satisfecha de haber podido decirme todo eso, de notar que había tenido
sobre mí algún efecto
_ ¿Y?...¿vas a escribir algo sobre mí? _ rió, como para
distender la situación
_ Supongo que me será inevitable…_ dije por decir algo
Sentí que la había conmovido diciéndole eso. Y que
intentó disimularlo.
_ Me tengo que ir.
Me toca cambiar de disfraz en un rato, y tengo que pasar a devolver la
bicicleta, me la prestaron…
_ ¿De qué tenés que “actuar” ahora?
_ Algo parecido a una evangelista…
_ ¿Qué clase de tipo es el que te pide eso? _ acoté con
una carcajada
_ Es una mina, todavía no la conozco bien, estuvimos un
par de veces nomás, ya le voy a sacar el rollo…
Pagamos el café y salimos a la calle.
_ Te dejo, estuvo buena la charla _ dijo.
Se me acercó y me besó en la boca metiéndome la lengua
mientras disimuladamente me tocaba el culo. Se apartó de mí y soltó una encantadora
y breve carcajada mientras iba hacia
donde había dejado la bicicleta. No parecía tener la intención de que
mantuviéramos algún tipo de contacto más allá de esa tarde, por lo que preferí
no sugerirle que intercambiáramos nuestros nombres o nos pasáramos los números de teléfono. Con la
bicicleta ya desencadenada y llevandolá como antes, caminando, se acercó al
cordón para esperar que el semáforo la dejara cruzar.
_ Chau loco _ me dijo mirando hacia mí. Se dio vuelta y cruzó la calle.
De todas las fichas que te pueden caer, siempre hay
alguna que puede acabar con todo.
Si digo que la deseé a ella, en realidad deseé ser ella.
Si digo que deseé ser ella, en realidad deseé ser yo. Si digo que deseé ser yo,
en realidad deseé ser otro. Y ya escribí demasiadas veces la palabra realidad:
la menos adecuada en este caso.
Si lo escribo, es mentira.
No hay caso.
Siempre hay un mejor modo de contarlo y no siento que
haya sido este.
Tendría que haber escrito sobre ella. Y sobre ella no
logré decir nada. Solo escribí sobre mí, y quizás tampoco logré decir nada…tan
solo escribí esperando algún “like” por
parte de alguien, o “algo”, no hay nada que hable de su cuerpo ni del mío.
Acá lo dejo.
De todos modos ahora ya tengo más espacio que antes para
seguir buscando el mejor modo de contar las cosas.
Ella tenía razón. Ya logré varios clientes, mis ingresos
son más sustanciosos y hasta me llevo muy bien con un par. Finalmente lo más
importante: tengo mucho más tiempo libre
para la próxima última oportunidad de
contarlo bien.
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