¿Existe alguna ciudad que pueda funcionar prescindiendo de la
simulación, de la impostura?
Se asoma allí otra manera de preguntarlo: ¿se puede sobrevivir dándose
el lujo de no simular, de no ser un impostor?
En ese sentido: ¿cuál sería el semblante sincero que esas caretas están
velando?
Si se habla de ciudad, se habla de toda vida humana, que o está
anclada a una ciudad irremisiblemente, o lo estará, o se referencia y remite a
lo que en alguna ciudad se maquina y pergeña.
¿Cómo será la nobleza relegada?
Estoy escribiendo esto desde esta ciudad de mierda.
Cualquier ciudad es una ciudad de mierda por definición.
Y si no hay ciudad que pueda funcionar sin la simulación y la impostura,
tampoco hay ciudad libre de la afección primordial de cualquier maraña urbana:
la paranoia.
Y que esté paranoico no significa que no sepa que estoy hiriendo algo o
a alguien a cada paso que doy, ni que cualquier mirada o cualquier palabra
puedan convertirse en una astilla afiladísima a la vuelta de cualquier esquina.
Debe haber signos de vida más allá de la traición.
Hay días en los que se puede ser tan feliz en una ciudad de mierda.
Y hay días en la ciudad de mierda en los que hasta esos buenos recuerdos
son malos.
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