viernes, 18 de diciembre de 2020

FABULOSA


Si está escrito y lo estás leyendo es mentira.

Como si la verdad se hallara en algún lado.

Quien se decide a escribir tiene la intención de mentir simulando querer decir la verdad.

O cree que quiere decir la verdad mientras siente que no puede hacerlo.

Tal vez crea haberla dicho.

Quien se decide a leer tal vez sea algo supersticioso.

Un ensayo para tensar al límite las posibilidades de decir algo que pudiera brindar sensación de verdad. Por ejemplo, decir: “si avanzás sobre mi territorio, te mato”. Pareciera funcionar, ¿no?

Pero en general la expresión de cosas así suele ser oral y gestual, no escrita. Suele tener lugar en el marco de una experiencia mucho más patente en el cuerpo que la de la escritura. De todos modos la escritura es una deriva de aquella visceralidad: la expresión dirigida intencionalmente hacia otro quizás indefinido (casi siempre indefinido), premeditada, especulada y diferida. Intencionalmente. Si. ¿Delimitando un territorio? También.

¿Intención de verdad?,¿en serio?

¿De dónde le viene a la “Verdad” su prestigio?

Claro: todo acuerdo, todo contrato existen porque antes existe la posibilidad del engaño, la posibilidad de no ver saldada la deuda que funda comunidad.

Vamos a ponernos de acuerdo, no vamos a hacernos trampa.

Los términos de ese contrato serian algo así como “la Verdad”.

Y la trampa sería “la Mentira”.

Pero más temprano que tarde alguien le va a hacer trampa a los términos de ese contrato de adhesión ancestral.

Nada más verdaderas entonces que la caída en el embuste, para el incauto, y la ventaja obtenida, para el listo de la tribu. O en todo caso, ciertas. Ya es algo.

Y esa pérdida, esa ventaja, ¿de qué se tratan?

¿Para qué el incauto hubiera querido preservar lo que perdió?

¿Para qué querría el listo la ventaja de obtener lo que consiguió con su astucia?

¿Era verdad el beneficio que brindaba o prometía eso que pasó bruscamente de uno al otro?

¿La desintegración es algo más que una amenaza, que un presagio nefasto?

No es más que un sistema de fábulas de genealogía misteriosa, las que hacen sentido, las que miden el valor de lo que se gana o se pierde. Las que prometen la salvación, añoran algún origen perdido, pontifican los caminos para su recuperación, amenazan las divergencias, las que evitan una guerra o las que delimitan lo justo de lo injusto.

Solo fábulas.

Su importancia va en relación directa con la detención en un lugar, el Sedentarismo.

Lo Nómade no requiere de conceptos fijos por mucho tiempo. No tiene ínfulas dogmáticas, instituyentes ni imperiales. Está más preocupado por preservar algunos instintos.

“Si está escrito y lo estás leyendo es mentira.”

Esto está escrito. Por lo tanto…

Ensáyese el reverso de todo lo que hasta inmediatamente antes de esta frase pudo leerse.

Por ejemplo: “Quien se decide a escribir tiene la intención de ser veraz (¿será lo mismo ser veraz que decir la verdad?) simulando querer mentir.”

Otro intento: “cree que quiere mentir mientras siente que no puede hacerlo”

Funciona.

Febril emisión de signos.

Aviesa emisión de signos.

Compulsiva emisión de signos.

Miles de millones de idiomas disimiles bajo la ilusión de entenderse, trampearse, amarse, imponerse, definir para siempre algo más allá del propio balbuceo, nombrar la rama a la cual asirse frente al caos abismal.

Historia.

Religiones.

Moral.

Doctrinas filosóficas.

Paradigmas científicos.

Lógicas deductivas.

Arquitecturas matemáticas.

Sustratos ideológicos de cientos de revoluciones.

Justificaciones políticas de miles de guerras.

Destinos manifiestos.

Leyes de la naturaleza.

El mercado.

Relatos familiares.

Identidad personal.

Fábulas.

Solo fabulas que intentan no pasar por tales.

Y la ficción, claro.

Un residuo de sinceridad.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario